"Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
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Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
pero... pero... es por merlin, no merlin a secas xDD eso lo hubiera entendido. Da igual jajajajaja
Bea_J- Vampiro padawan
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Fecha de inscripción : 07/02/2009
Edad : 30
Localización : En el paraiso comiendome un melocotón
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Joder, Bea, es como pones Dios a secas, y no por Dios, mecagüen xDDDD
Y si Diana, es por eso
Y si Diana, es por eso
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
ya.. ya... me di cuenta despues de postear xDD
Bea_J- Vampiro padawan
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Fecha de inscripción : 07/02/2009
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Localización : En el paraiso comiendome un melocotón
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Lo dije hace meses y lo repito ahora: me siento como una sucia plagiadora. Es que aún esta vez, busqué otra bendita forma para narrar este capítulo y nunca se me ocurrió la malditaideainalcanzable! Hum. Pero es que solo así posía narrar esto; digamos que Diana estaba... bueno, ya verán.
*Utilizo mi tono de análisis al estilo de Quico* Pog ciegto, integesante teogía de que los latidos egan del bebé y no de ella Eso hubiega hecho más integesante el fic. Pog qué no se me ocugió a mi?! O.ó
xD Ok, en nombre de los calzones bombachos de Merlín (??) , acá está el capi 8 (redoble de tambores):
Capítulo 8. Perspectiva
Teddy Lupin
Estábamos todos en el jardín, mirando cómo Jacob le iba ganando un pulso a Emmett, y yo esperando a Diana para cazar algo, cuando escuchamos que Alice entró a la casa y le dijo que se tranquilizara. Me volteé dispuesto a entrar, cuando la oímos gritar pidiéndole ayuda a Carlisle. Supe de inmediato que algo iba demasiado mal, sólo la había oído gritar así meses atrás, cuando el otro vampiro la llevó a la fuerza al bosque.
Estaba en las gradas. Alice la abrazaba por la cintura y tenían un charco de sangre debajo. Mi mente quedó en blanco y al instante la llevé a nuestra habitación, recostándola en la cama, sentí su pequeña mano apretando la mía, tan fuerte que casi me hacía daño. Empecé a quitarle la ropa -¡dichoso día escogió para ponerse una blusa de botones!-, puse mis manos en su estómago, estaba tenso y el bebé no se movía. Llevaba días de no verla sin ropa, por eso me sorprendió ver que tenía los pechos anormalmente rojos y las marcas de los golpes que el pequeño le daba contrastaban con su blanca piel. Me miraba demasiado asustada y se mordía el labio conteniendo un grito.
–Aquí estoy –le dije con voz ronca por el miedo–, estarán bien. Eso ni yo lo sabía.
Todos vinieron tras nosotros. Gracias al cielo que la esencia de ella no les atraía, porque no dejaba de sangrar. Carlisle la revisaba a toda prisa, con la mayor atención; Rosalie entró llevándole el maletín.
–Parto natural… Estás teniendo contracciones –explicó Carlisle–, mucho más seguidas e intensas que en un nacimiento común. ¿Tuviste antes?
–No… –jadeó Diana.
–Mm, tenemos que esperar a que dilates lo suficiente para que pujes. No es algo que podamos acelerar.
No pareció ser inesperado para ella, se limitó a parpadear. “Tengo frío”, me hizo saber poniendo su mano en mi cuello.
Volteé a mirar quien estaba más cerca del ropero. Esme, perfecto.
–Esme, ¿puedes pasarme algo para abrigarla?
Y en un instante me dio una bata de algodón que Bella me ayudó a ponerle.
–Déjame oírte –le pedí, ya que la sentía usando el escudo de Bella. No me contestó–. ¿Qué intentas con ello?
Suspiró.
– ¿Cuánto tiempo? –preguntó a Carlisle.
–Al ritmo que vas, máximo una hora.
Pero luego de tres horas, el niño seguía sin nacer, porque ella no dilataba, aunque había dejado de sangrar un poco.
Harry había hablado con Ginny, quien no pudo ayudarnos al saber que toda la magia que conocía no funcionaba en ella. Junto a Carlisle mantuvieron una conversación extensa, sin hallar conclusiones; Bella, Esme, Alice y Rosalie no se apartaban de Diana, la rodeaban atentas a cada movimiento que hacía, cada cosa que pudiera necesitar, por lo que lograron alejarme de ella un par de metros. Sentado en una butaca de la habitación, me estaba poniendo cada vez más nervioso, aún con Edward tratando de entablar una conversación, para distraerme.
Diana estaba cada vez más cansada y lastimada, la mayoría de los dolores que tenía eran muy intensos. Ya le había fracturado el brazo a Rosalie sin querer, mientras ésta le sujetaba la mano, claro que sanó en unos minutos. Su fuerza era otra cosa que la hacía temer.
– ¿Y si empiezas a pujar? –le preguntó Esme.
– ¿Quieres que aplaste su cráneo contra mi pelvis? –contestó torturada. Sin duda ya había pensado en ello.
–Claro que no, lo sabes hija.
– ¿Por qué no lo sacamos, como hizo Edward con Nessie? –aportó Rosalie, no muy convencida–. Ya sabemos que los dientes de vampiro pueden cortar cualquier tipo de piel.
– ¿Y arriesgar que lo muerdan? –esta vez fue Bella quien habló–. Yo creo que si su cuerpo está tratando de sacar al niño por sus propios medios, es porque así debe ser.
–Pero no nace –contradijo Alice. Ella no podía ver el resultado de esto; hubiera sido muy tranquilizador.
–Hay que ayudarle entonces –agregué, todos me miraron–, el problema es cómo.
Vi que los ojos de Diana perdían su brillo cuando puso su mano en la mejilla de Bella. Tenía una idea, una escalofriante y extremadamente dolorosa idea. La mirada de Alice se desenfocó un momento y luego se estremeció visiblemente.
– ¡NOOOOO! –gritó Bella–, ¡no puedo hacer eso!
–Eres quien mejor me entiende –murmuró Diana–, solo tú sabes cuánto estoy dispuesta a… –no terminó, de nuevo se quedó sin aire.
Imaginé que la palabra sería “sacrificarme”. Me puse de pie mirándola directamente a los ojos.
–Llama a Emmett… creo lo necesitaremos… –pidió.
Él subió sin necesidad de que lo llamaran.
– ¿Por qué? –preguntó.
–Quizá seas el único que soporte su fuerza sin perder alguna parte del cuerpo –explicó Bella, con expresión de tristeza. –Edward, Jasper, por favor, no permitan que Ted se acerque –la miré desconcertado y molesto–. Lo siento, es ineludible.
Así que ellos me sujetaron por los brazos, no fuertemente, solo como precaución.
–Ustedes también aléjense –pidió a las otras tres–. Emmett, no la sueltes en ningún momento. Carlisle, ven acá, tienes que estar más que atento a cuando me puedas ayudar. No preguntes. ¿Harry?, si, es mejor que te quedes junto a Ted. ¿Segura? –inquirió una vez más a Diana.
Ella enredó sus brazos en los de Emmett, que se había acomodado en la cama, de forma tal que no podría soltarse aunque quisiera.
–Gracias –respondió a la muchacha. Me miró unos segundos tratando de sonreír, y cerró los ojos.
Nadie entendía nada, se limitaban a obedecer. Yo deseaba saber ya qué se proponían ellas, presentía era algo desesperado, por la respiración acelerada de Diana y el nerviosismo de Isabella; mis temores se confirmaron enseguida.
Bella le abrió las piernas lenta y delicadamente, colocó sus manos en el mejor lugar que pudo, tomó aire y presionó su cadera con todas las fuerzas. Oímos un fuerte crujido y Diana lanzó un grito ensordecedor mientras se retorcía en brazos de Emmett al tiempo que Bella la seguía sujetando. Intenté lanzarme contra ella: le estaba haciendo demasiado daño, pero Edward y Jasper me sujetaron y Harry me empujó contra la pared.
– ¿Le…? Oh, por Dios… –Esme miraba espantada. Pero en verdad no era la única, todos nos quedamos de piedra al comprender lo que Diana había decidido hacer.
– ¡Carlisle! Recíbelo… –dijo Bella cambiando de posición con el doctor–. ¿Puedes hacerlo? –preguntó a Diana, poniendo sus manos ensangrentadas sobre el enorme vientre de ella.
Bella le había fracturado los huesos de la cadera, para abrirle paso al bebé, era lógico ya que así funcionaban las contracciones en un nacimiento normal. No sé de dónde sacó Diana el valor para dejar de lado el sufrimiento y pujar pero lo hizo ayudada por Carlisle, que jalaba al bebé. En segundos nuestro hijo estuvo llorando en brazos del doctor, ella soltó un fuerte suspiro y yo dejé de ver todo rojo. Ya no quería atacar a nadie, porque nadie le hacía daño a mi mujer, solo quería poder acercarme y tocarlos, revisar qué tan mal estaban.
–Si, es un niño –nos informó él a todos–. ¿Cuál será su nombre?
Miré a Diana esperando que respondiera pero no lo hizo. Volvía a agitarse mientras Emmett la sujetaba fuertemente.
–Carlisle, ella no está bien… está perdiendo el color…
¿Se moría? Volví a luchar furiosamente contra los que me aprisionaban, sin resultado alguno. Ella se estaba desangrando a una velocidad irreal, sus mejillas ya no estaban rojas, como unos segundos atrás, pero su corazón palpitaba rápidamente. Carlisle puso al bebé en brazos de Bella, “encárgate” le dijo y se dedicó a examinar a Diana de nuevo.
Bella salió de la habitación, indicando que la siguiéramos, pero yo no quería moverme de ahí, no cuando el amor de mi vida parecía dejar la suya. Me soltaron al fin, todos salieron excepto Harry, Carlisle y yo, me arrodillé junto a ella sujetando sus manos. Al sentirme, abrió los ojos, ya no eran cafés sino de una especie de color naranja, y en ese momento Carlisle murmuró una única palabra:
–Veneno.
Así era, toda la sangre estaba saliendo de su cuerpo y con ella perdía su parte humana, por eso el nuevo tono de sus ojos. Gradualmente, su propio veneno se apoderaba de cada vena de su cuerpo, quemándola igual que la primera vez y sanando sus recientes heridas, transformándola completamente en una vampiro. Cerró sus ojos pero continuó retorciéndose.
Tras una hora así, su corazón seguía latiendo, pero no había pronunciado ni una palabra. Bella trajo al bebé tras unos minutos, él seguía llorando a pesar de estar limpio, vestido y envuelto en una suave cobija, y lo puso entre mis brazos. En cuanto lo hizo, el pequeño dejó de llorar y me miró con sus diminutos ojos.
–Sabía que eras lo que quería –comentó Bella sonriendo. La miré con mi mejor cara de bobo porque no entendí a qué se refería, ella soltó una carcajada–. ¡Te ves lindo así! Si no fueras quién él quería no se hubiese tranquilizado apenas lo alzaste. Aunque quizá tenga hambre…
– ¿Por qué hambre? –no sabía mucho de bebés.
–Porque a los bebés cuando nacen los alimentan sus mamás –me explicó como quien explica a un niño que uno y uno son dos–. En este caso, dudo que Diana lo pueda alimentar así que intenté darle algo de fórmula y ni la olió, volví a tratar con sangre en un biberón y tampoco la aceptó. Es muy extraño pero… en fin. ¿Cómo se llama?
Lo pensé antes de decirle. Era un nombre que se le había ocurrido a Victoire, nos lo envió en una carta días atrás, dijo que era un nombre apropiado tanto para mago como para vampiro, que no pasaría mucho de moda con el tiempo, y del que el niño no se cansaría en la eternidad. Diana había estado de acuerdo con él, a pesar de que era un poco… “pesado” para un bebé, después de todo pronto crecería. Pero ahora me preguntaba si a mi hijo le gustaría. Al final, lo dije.
–Alphonse…
–…–nadie dijo nada.
–¿Qué?
–Está… es… uhm… –evidentemente Bella no se esperaba algo así, buscaba un término para describirlo–. Es inusual.
Torcí el gesto.
–A ti se te ocurrió “Renesmee”, ¿acaso eso no es inusual?
–Mmm… pero es por los nombres de sus abuelas, ¿Alphonse de quién viene? No se usa mucho.
El bebé volteó a verla cuando ella pronunció su nombre.
–Viene de que es un buen nombre –contesté mirándolo–, además parece que a él no le molesta.
–Bueno, está mucho mejor que “Scorpius”, al menos no se llama como un insecto, y es un nombre muy bonito –agregó Harry con una media sonrisa en su rostro al recordar a Draco Malfoy y el nombre que puso a su hijo.
–A mi me gusta, es atemporal –dijo Carlisle.
Les sonreí abiertamente. De todas formas no pensaba decirle su nombre completo todo el tiempo, “Al” sería apropiado.
Harry se acercó a verlo y ambos nos dedicamos a mirarlo todo, descubrir cómo era. No era muy grande, mediría unos cuarenta centímetros apenas, tenía mucho cabello, lacio y castaño claro como el mío, toqué sus brazos, (no se agitó ante el frío de mi dedo pero con su otra mano lo sujetó, es fuerte…) su piel muy suave, tan blanca como la mía, estaba sonrosada y caliente por la sangre que su corazón bombeaba a un ritmo ligero, en eso se parecía a Nessie; sus ojos cafés miraban ahora a Harry, muy atentamente. Entonces escuché sus pensamientos. Se preguntaba quién era.
–Él es el abuelo Harry– le dije. El aludido se sorprendió por cómo lo llamé, luego se sonrojó hasta adquirir el rojo Weasley y empezó a reír.
–Te pareces a tu papá –comentó al bebé.
Sentí a Al moverse entre la manta, con una expresión incómoda en su carita. Tenía hambre y quería estar con su mamá, quería verla por primera vez. La miré pero ella parecía incapaz de sostenerlo aun, de vez en cuando se movía bruscamente, pero yo no creía que tardara mucho tiempo más así.
–Ya casi –dije besando su cabeza, y para mi sorpresa ahora su cabello tenía mechones rubios–. ¡Oh! …yo podía hacer eso.
Harry parpadeó, recordaba la primera vez que me vio siendo tan pequeño como Al, y con el pelo azul. Si pudiera sonrojarme, lo habría hecho.
***Buf, no saben cuánto envidio a Diana Con ese esposo... Y con ese bebé TAAAAAn lindo... Bueno, ya lo conocerán mejor. ^^
*Utilizo mi tono de análisis al estilo de Quico* Pog ciegto, integesante teogía de que los latidos egan del bebé y no de ella Eso hubiega hecho más integesante el fic. Pog qué no se me ocugió a mi?! O.ó
xD Ok, en nombre de los calzones bombachos de Merlín (??) , acá está el capi 8 (redoble de tambores):
Capítulo 8. Perspectiva
Teddy Lupin
Estábamos todos en el jardín, mirando cómo Jacob le iba ganando un pulso a Emmett, y yo esperando a Diana para cazar algo, cuando escuchamos que Alice entró a la casa y le dijo que se tranquilizara. Me volteé dispuesto a entrar, cuando la oímos gritar pidiéndole ayuda a Carlisle. Supe de inmediato que algo iba demasiado mal, sólo la había oído gritar así meses atrás, cuando el otro vampiro la llevó a la fuerza al bosque.
Estaba en las gradas. Alice la abrazaba por la cintura y tenían un charco de sangre debajo. Mi mente quedó en blanco y al instante la llevé a nuestra habitación, recostándola en la cama, sentí su pequeña mano apretando la mía, tan fuerte que casi me hacía daño. Empecé a quitarle la ropa -¡dichoso día escogió para ponerse una blusa de botones!-, puse mis manos en su estómago, estaba tenso y el bebé no se movía. Llevaba días de no verla sin ropa, por eso me sorprendió ver que tenía los pechos anormalmente rojos y las marcas de los golpes que el pequeño le daba contrastaban con su blanca piel. Me miraba demasiado asustada y se mordía el labio conteniendo un grito.
–Aquí estoy –le dije con voz ronca por el miedo–, estarán bien. Eso ni yo lo sabía.
Todos vinieron tras nosotros. Gracias al cielo que la esencia de ella no les atraía, porque no dejaba de sangrar. Carlisle la revisaba a toda prisa, con la mayor atención; Rosalie entró llevándole el maletín.
–Parto natural… Estás teniendo contracciones –explicó Carlisle–, mucho más seguidas e intensas que en un nacimiento común. ¿Tuviste antes?
–No… –jadeó Diana.
–Mm, tenemos que esperar a que dilates lo suficiente para que pujes. No es algo que podamos acelerar.
No pareció ser inesperado para ella, se limitó a parpadear. “Tengo frío”, me hizo saber poniendo su mano en mi cuello.
Volteé a mirar quien estaba más cerca del ropero. Esme, perfecto.
–Esme, ¿puedes pasarme algo para abrigarla?
Y en un instante me dio una bata de algodón que Bella me ayudó a ponerle.
–Déjame oírte –le pedí, ya que la sentía usando el escudo de Bella. No me contestó–. ¿Qué intentas con ello?
Suspiró.
– ¿Cuánto tiempo? –preguntó a Carlisle.
–Al ritmo que vas, máximo una hora.
Pero luego de tres horas, el niño seguía sin nacer, porque ella no dilataba, aunque había dejado de sangrar un poco.
Harry había hablado con Ginny, quien no pudo ayudarnos al saber que toda la magia que conocía no funcionaba en ella. Junto a Carlisle mantuvieron una conversación extensa, sin hallar conclusiones; Bella, Esme, Alice y Rosalie no se apartaban de Diana, la rodeaban atentas a cada movimiento que hacía, cada cosa que pudiera necesitar, por lo que lograron alejarme de ella un par de metros. Sentado en una butaca de la habitación, me estaba poniendo cada vez más nervioso, aún con Edward tratando de entablar una conversación, para distraerme.
Diana estaba cada vez más cansada y lastimada, la mayoría de los dolores que tenía eran muy intensos. Ya le había fracturado el brazo a Rosalie sin querer, mientras ésta le sujetaba la mano, claro que sanó en unos minutos. Su fuerza era otra cosa que la hacía temer.
– ¿Y si empiezas a pujar? –le preguntó Esme.
– ¿Quieres que aplaste su cráneo contra mi pelvis? –contestó torturada. Sin duda ya había pensado en ello.
–Claro que no, lo sabes hija.
– ¿Por qué no lo sacamos, como hizo Edward con Nessie? –aportó Rosalie, no muy convencida–. Ya sabemos que los dientes de vampiro pueden cortar cualquier tipo de piel.
– ¿Y arriesgar que lo muerdan? –esta vez fue Bella quien habló–. Yo creo que si su cuerpo está tratando de sacar al niño por sus propios medios, es porque así debe ser.
–Pero no nace –contradijo Alice. Ella no podía ver el resultado de esto; hubiera sido muy tranquilizador.
–Hay que ayudarle entonces –agregué, todos me miraron–, el problema es cómo.
Vi que los ojos de Diana perdían su brillo cuando puso su mano en la mejilla de Bella. Tenía una idea, una escalofriante y extremadamente dolorosa idea. La mirada de Alice se desenfocó un momento y luego se estremeció visiblemente.
– ¡NOOOOO! –gritó Bella–, ¡no puedo hacer eso!
–Eres quien mejor me entiende –murmuró Diana–, solo tú sabes cuánto estoy dispuesta a… –no terminó, de nuevo se quedó sin aire.
Imaginé que la palabra sería “sacrificarme”. Me puse de pie mirándola directamente a los ojos.
–Llama a Emmett… creo lo necesitaremos… –pidió.
Él subió sin necesidad de que lo llamaran.
– ¿Por qué? –preguntó.
–Quizá seas el único que soporte su fuerza sin perder alguna parte del cuerpo –explicó Bella, con expresión de tristeza. –Edward, Jasper, por favor, no permitan que Ted se acerque –la miré desconcertado y molesto–. Lo siento, es ineludible.
Así que ellos me sujetaron por los brazos, no fuertemente, solo como precaución.
–Ustedes también aléjense –pidió a las otras tres–. Emmett, no la sueltes en ningún momento. Carlisle, ven acá, tienes que estar más que atento a cuando me puedas ayudar. No preguntes. ¿Harry?, si, es mejor que te quedes junto a Ted. ¿Segura? –inquirió una vez más a Diana.
Ella enredó sus brazos en los de Emmett, que se había acomodado en la cama, de forma tal que no podría soltarse aunque quisiera.
–Gracias –respondió a la muchacha. Me miró unos segundos tratando de sonreír, y cerró los ojos.
Nadie entendía nada, se limitaban a obedecer. Yo deseaba saber ya qué se proponían ellas, presentía era algo desesperado, por la respiración acelerada de Diana y el nerviosismo de Isabella; mis temores se confirmaron enseguida.
Bella le abrió las piernas lenta y delicadamente, colocó sus manos en el mejor lugar que pudo, tomó aire y presionó su cadera con todas las fuerzas. Oímos un fuerte crujido y Diana lanzó un grito ensordecedor mientras se retorcía en brazos de Emmett al tiempo que Bella la seguía sujetando. Intenté lanzarme contra ella: le estaba haciendo demasiado daño, pero Edward y Jasper me sujetaron y Harry me empujó contra la pared.
– ¿Le…? Oh, por Dios… –Esme miraba espantada. Pero en verdad no era la única, todos nos quedamos de piedra al comprender lo que Diana había decidido hacer.
– ¡Carlisle! Recíbelo… –dijo Bella cambiando de posición con el doctor–. ¿Puedes hacerlo? –preguntó a Diana, poniendo sus manos ensangrentadas sobre el enorme vientre de ella.
Bella le había fracturado los huesos de la cadera, para abrirle paso al bebé, era lógico ya que así funcionaban las contracciones en un nacimiento normal. No sé de dónde sacó Diana el valor para dejar de lado el sufrimiento y pujar pero lo hizo ayudada por Carlisle, que jalaba al bebé. En segundos nuestro hijo estuvo llorando en brazos del doctor, ella soltó un fuerte suspiro y yo dejé de ver todo rojo. Ya no quería atacar a nadie, porque nadie le hacía daño a mi mujer, solo quería poder acercarme y tocarlos, revisar qué tan mal estaban.
–Si, es un niño –nos informó él a todos–. ¿Cuál será su nombre?
Miré a Diana esperando que respondiera pero no lo hizo. Volvía a agitarse mientras Emmett la sujetaba fuertemente.
–Carlisle, ella no está bien… está perdiendo el color…
¿Se moría? Volví a luchar furiosamente contra los que me aprisionaban, sin resultado alguno. Ella se estaba desangrando a una velocidad irreal, sus mejillas ya no estaban rojas, como unos segundos atrás, pero su corazón palpitaba rápidamente. Carlisle puso al bebé en brazos de Bella, “encárgate” le dijo y se dedicó a examinar a Diana de nuevo.
Bella salió de la habitación, indicando que la siguiéramos, pero yo no quería moverme de ahí, no cuando el amor de mi vida parecía dejar la suya. Me soltaron al fin, todos salieron excepto Harry, Carlisle y yo, me arrodillé junto a ella sujetando sus manos. Al sentirme, abrió los ojos, ya no eran cafés sino de una especie de color naranja, y en ese momento Carlisle murmuró una única palabra:
–Veneno.
Así era, toda la sangre estaba saliendo de su cuerpo y con ella perdía su parte humana, por eso el nuevo tono de sus ojos. Gradualmente, su propio veneno se apoderaba de cada vena de su cuerpo, quemándola igual que la primera vez y sanando sus recientes heridas, transformándola completamente en una vampiro. Cerró sus ojos pero continuó retorciéndose.
Tras una hora así, su corazón seguía latiendo, pero no había pronunciado ni una palabra. Bella trajo al bebé tras unos minutos, él seguía llorando a pesar de estar limpio, vestido y envuelto en una suave cobija, y lo puso entre mis brazos. En cuanto lo hizo, el pequeño dejó de llorar y me miró con sus diminutos ojos.
–Sabía que eras lo que quería –comentó Bella sonriendo. La miré con mi mejor cara de bobo porque no entendí a qué se refería, ella soltó una carcajada–. ¡Te ves lindo así! Si no fueras quién él quería no se hubiese tranquilizado apenas lo alzaste. Aunque quizá tenga hambre…
– ¿Por qué hambre? –no sabía mucho de bebés.
–Porque a los bebés cuando nacen los alimentan sus mamás –me explicó como quien explica a un niño que uno y uno son dos–. En este caso, dudo que Diana lo pueda alimentar así que intenté darle algo de fórmula y ni la olió, volví a tratar con sangre en un biberón y tampoco la aceptó. Es muy extraño pero… en fin. ¿Cómo se llama?
Lo pensé antes de decirle. Era un nombre que se le había ocurrido a Victoire, nos lo envió en una carta días atrás, dijo que era un nombre apropiado tanto para mago como para vampiro, que no pasaría mucho de moda con el tiempo, y del que el niño no se cansaría en la eternidad. Diana había estado de acuerdo con él, a pesar de que era un poco… “pesado” para un bebé, después de todo pronto crecería. Pero ahora me preguntaba si a mi hijo le gustaría. Al final, lo dije.
–Alphonse…
–…–nadie dijo nada.
–¿Qué?
–Está… es… uhm… –evidentemente Bella no se esperaba algo así, buscaba un término para describirlo–. Es inusual.
Torcí el gesto.
–A ti se te ocurrió “Renesmee”, ¿acaso eso no es inusual?
–Mmm… pero es por los nombres de sus abuelas, ¿Alphonse de quién viene? No se usa mucho.
El bebé volteó a verla cuando ella pronunció su nombre.
–Viene de que es un buen nombre –contesté mirándolo–, además parece que a él no le molesta.
–Bueno, está mucho mejor que “Scorpius”, al menos no se llama como un insecto, y es un nombre muy bonito –agregó Harry con una media sonrisa en su rostro al recordar a Draco Malfoy y el nombre que puso a su hijo.
–A mi me gusta, es atemporal –dijo Carlisle.
Les sonreí abiertamente. De todas formas no pensaba decirle su nombre completo todo el tiempo, “Al” sería apropiado.
Harry se acercó a verlo y ambos nos dedicamos a mirarlo todo, descubrir cómo era. No era muy grande, mediría unos cuarenta centímetros apenas, tenía mucho cabello, lacio y castaño claro como el mío, toqué sus brazos, (no se agitó ante el frío de mi dedo pero con su otra mano lo sujetó, es fuerte…) su piel muy suave, tan blanca como la mía, estaba sonrosada y caliente por la sangre que su corazón bombeaba a un ritmo ligero, en eso se parecía a Nessie; sus ojos cafés miraban ahora a Harry, muy atentamente. Entonces escuché sus pensamientos. Se preguntaba quién era.
–Él es el abuelo Harry– le dije. El aludido se sorprendió por cómo lo llamé, luego se sonrojó hasta adquirir el rojo Weasley y empezó a reír.
–Te pareces a tu papá –comentó al bebé.
Sentí a Al moverse entre la manta, con una expresión incómoda en su carita. Tenía hambre y quería estar con su mamá, quería verla por primera vez. La miré pero ella parecía incapaz de sostenerlo aun, de vez en cuando se movía bruscamente, pero yo no creía que tardara mucho tiempo más así.
–Ya casi –dije besando su cabeza, y para mi sorpresa ahora su cabello tenía mechones rubios–. ¡Oh! …yo podía hacer eso.
Harry parpadeó, recordaba la primera vez que me vio siendo tan pequeño como Al, y con el pelo azul. Si pudiera sonrojarme, lo habría hecho.
***Buf, no saben cuánto envidio a Diana Con ese esposo... Y con ese bebé TAAAAAn lindo... Bueno, ya lo conocerán mejor. ^^
Disumo- Vampiro
- Mensajes : 1150
Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Hala, que guaaaaay. Y que dolor Me tengo que romper la cadera yo y vamos... que me hagan la cesarea, así el niño no será una parida (????)
Y que guay, es metamorfomago, chachi.
God, quiero que lo sigas now
Y que guay, es metamorfomago, chachi.
God, quiero que lo sigas now
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
OMG! gran capi, pero lo que mas me dejo fue que
el niño se llama AL!! dios ese nombre me persigue :S
Esque la cara que se me quedo al leerlo debio de ser mundial xDDD
el niño se llama AL!! dios ese nombre me persigue :S
Esque la cara que se me quedo al leerlo debio de ser mundial xDDD
Bea_J- Vampiro padawan
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Fecha de inscripción : 07/02/2009
Edad : 30
Localización : En el paraiso comiendome un melocotón
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Bea_J escribió:Pero lo que mas me dejo fue que
el niño se llama AL!!
Eso mismo iba a decirlo yo xDDDDD Solo que se me olvidó mencionarlo.
Es que yo estoy en otro rol de Harry Potter (DAAAAP *-*) Y Sirius y Lucius (????) tienen un hijo que se llama Alastor pero le llaman Al xDDD y estuve como media hora riendome en plan: Jodeeeer, Sandra y Ana tienen que leer esto
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
No se llama Al, se llama AlPHONSE. xD Si, si, coincidencia nenas!
Y no es por Albus ni nada de eso (más adelante podremos reírnos de lo lindo con el enrredo de nombres xD) es por Alphonse, el hermano de Edward Elric, en full metal alchemist... Además, es que en la otra página hice un concurso a ver cuál nombre sugerido por las lectoras ganaba, y fue este. Muajaja!
No me culpen (?)
Y no es por Albus ni nada de eso (más adelante podremos reírnos de lo lindo con el enrredo de nombres xD) es por Alphonse, el hermano de Edward Elric, en full metal alchemist... Además, es que en la otra página hice un concurso a ver cuál nombre sugerido por las lectoras ganaba, y fue este. Muajaja!
No me culpen (?)
Disumo- Vampiro
- Mensajes : 1150
Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
OK, ¡había olvidado actualizar el fic! (Diana se da de cabesazos contra el escritorio. ¡BRUTA!) Si, el peque se llama Al, ni modo. No tenía idea que el nombre las persiguiera xD
Bea, me regalas un pedacito de melocotón del paraíso?
Este capi tiene muchas cosas... Según una amiga, es donde más se nota lo diferente que es Diana de los Cullen. Muchos odiaron este capi por esa razón, otros lo amaron; personalmente me gustó mucho, mucho. (modestia aparte xD), ya ustedes me dirán su opinión.
Capítulo 9. Redescubriendo.
No podía creer lo que estaba oyendo. Los pensamientos de mi bebé, al fin podía escucharlo y lo que es más ¡me quería!, era maravilloso pero intentar tocarlo no hubiese sido prudente.
Sentía el ya conocido ardor en el cuerpo, así que Carlisle tenía razón, mi propio veneno hacía de las suyas. Esta vez sin embargo era distinto, no tan intenso y el fuego se centraba en mi abdomen, podía sentir como la sangre huía de mi cuerpo por las heridas. Al menos era más soportable que la primera vez, poco angustiante y relativamente indoloro en comparación con la fractura de mi cadera, aún así no podía evitar quejarme ocasionalmente.
–Tenlo un momento –oí a Ted decir. Escudriñé en su mente cada acción, era lo más que podía hacer. Tenía a Al en sus brazos y en ese momento se lo dio a Harry y salió de la habitación.
Mi corazón dio sus últimos latidos, el silencio siguió; ahora oía el pulso de Harry y el de mi niño más fácilmente que antes. Inhalé profundamente para comprobar que seguía viva y así era. Qué sensación tan particular. Cuando sentí una esponja cálida sobre mi piel abrí los ojos, era Ted que al volver pensaba en limpiar la sangre que estaba por toda mi piel. El ardor era casi imperceptible por lo que me llamó la atención que la mano de mi novio sobre mi hombro no estuviera fría. Al verme consciente, él se apresuró en su tarea.
“¿Cómo te sientes?” –me preguntó en su mente.
“…Creo que… vacía, pero mejor”.
“Te ves mejor” –me sonrió–, “lo peor terminó”.
“Sin duda” –miré al bebé que estaba muy interesado en el abuelo Harry –. “¿Cómo es?”
“Irrealmente perfecto pero… pequeño. Es que lo imaginaba más grande por el tamaño que tenías…”
“Cerca de mi todo se ve grande, no te sorprendas que dentro mío se vea aún más grande” –y rodé mis ojos.
“Lo sé, por eso me gustas” –y besó mi mano izquierda. “Terminé, sólo falta vestirte”.
Me senté en la cama mientras él salía a pedir ropa a Alice. Al menos el ardor que la transformación total me provocó tuvo (una vez más) su efecto positivo: mi cuerpo estaba d–i–v–i–n–o, no tendría que pasar por largos meses de ejercicios y dietas para recuperar mi figura de antes del embarazo. ¡Empezaba a gustarme no ser humana!
Pero en un momento olvidé todo eso: quería cargar a mi hijo, así que me acerqué a Harry y Al estiró sus bracitos hacia mí. Cuando lo iba a alzar me distrajo ver el rostro de Harry completamente sonrojado y sus ojos entornados.
– ¿Estás bien? –le pregunté desconcertada.
–Ehm… fu… babora… –murmuró.
– ¿Qué? –realmente empezaba a asustarme el no entender sus palabras ni sus pensamientos. Se puso de pie, me entregó al niño y con su varita hizo que una sabana me cubriera. – ¡Oh! Claro. ¡Lo siento, Harry! –no creí que su comportamiento se debiera a mi desnudez, francamente llevaba horas viéndome así y él no era morboso para nada; en realidad toda la familia me había visto. Algo apenada sonreí y decidí no tomarle importancia a ello, al cabo que ya me había cubierto un poco.
Ted no me había mentido: Al era hermoso, calientito, suave y perfecto, pero olvidó mencionar lo mucho que se parecía a él, era su versión en miniatura, excepto por el cabello rubio. Me perdí, ¡¿por qué era rubio?!
Me senté en la butaca del dormitorio, tocando con suma delicadeza cada parte de su cuerpo revisándolo, conociéndolo. Él no perdía detalle de mi cara, volví a sorprenderme por lo inteligente que era, parecía analizar todo además de que al estar recostado en parte sobre mi estómago recordó que cuando Bella lo estaba aseando, él notó algo en su pancita que no veía en mí, tocó mi ombligo algo confundido. Me hizo reír y lo abracé solo un poco más fuerte; él estaba pensando en el trocito de cordón umbilical que aún tenía y se fascinó tocando ese pequeño agujero.
Empecé a llenarlo de besos en cada parte que podía mientras lo hacía sentir todo mi amor lo más que podía (gracias a lo que aprendí a hacer de Jasper).
–Dice Alice que escojas lo que quieres vestir aunque no te dio muchas op… –como Ted me vio en la butaca y no en la cama se distrajo pero casi al instante lanzó la ropa donde fuera y se acercó a nosotros. Harry decidió muy convenientemente que lo mejor para él era bajar con el resto de la familia y darnos algo de intimidad.
Nos besamos intensamente, en verdad nos sentíamos felices, como dentro de una burbuja perfecta… una que tuvo un pequeño pinchazo cerca de mi silencioso corazón.
Sabíamos que nuestro bebé tenía hambre y que aunque Bella intentó alimentarlo él no quiso comer, pero lo último que hubiéramos esperado era que Al posara su boca en uno de mis pechos y empezara a succionar, aún más difícil de creer era que estaba saliendo un líquido rosado. Ajeno a la conmoción de sus padres, el pequeño cerró los ojos y continuó hasta que se quedó profundamente dormido. Entonces lo recosté en la cama para vestirme; más adelante Carlisle tendría que revisarme.
“¿Bella podía hacer eso?”
“No sé, creo que no.”
“Lo que tienes es… ¿leche?” –se preguntaba Ted con escepticismo.
“Lo dudo. Pero míralo: ya no tiene hambre. Al contrario de mí, por cierto.”
“Vamos a cazar.”
“Es imposible que lo llevemos con nosotros, y no quiero dejarlo.”
“De seguro Esme lo querrá cuidar, además seremos rápidos, lo sabes.”
Suspiré.
“De acuerdo, es la única opción. ¡Espera!”
– ¿Qué?
–Su cabello… ¡ahora tiene mechones azules!
–Cierto. Pero nació castaño.
Nos miramos a los ojos, una vez más con sorpresa. Al parecer, nuestro pequeño había heredado la anterior habilidad de su papá, era un metamorfomago. Sentí cierto alivio porque eso explicaba que para cuando yo lo cargué fuera rubio cuando ni su papá ni yo lo éramos. Ése bebé era realmente especial, y empezábamos a creer que tardaríamos un largo tiempo descubriéndolo.
Los Cullen, Harry y Jacob estaban en los sillones frente al televisor aunque, como de costumbre, no parecían muy interesados en él. Edward fue el primero en voltear cuando llegamos al último escalón y al verme de pie cargando al niño frunció el entrecejo adoptando el gesto de quien está contrariado, Alice provocó que dejara de verlo al exclamar:
– ¡Ya te has levantado…! ¿Por qué tan pronto?
–No tenía sueño –respondí tontamente.
– ¿Y cómo estás? –preguntó Rosalie, con ojo crítico.
–Mejor que nunca –sonreí pero dejé de hacerlo porque me incomodaba la expresión que tenían todos–. ¿Sucede algo? ¿Tengo algo mal?
Jacob fue quien contestó.
–Es que es demasiado raro que estés aquí parada como si nada.
– ¿Por qué raro? –esto hizo que Jake rodara los ojos.
–No será porque estuviste a punto de morir y deberías seguir incapaz de moverte y todo eso, ¿verdad?
–Gracias por los buenos deseos, Jake –arqueé una ceja.
–Diana, él tiene razón. Cuando sucedió lo mismo con Bella pasaron tres días para que reaccionara, tú en cambio pasaste poco más de una hora para levantarte y estar aquí.
–Sabes que yo era humana, Carlisle –opinó ella –. Diana no, tampoco necesitó del veneno de otro para sanar ni tuvo que transformarse.
–Yo no estaría tan seguro de lo último –comentó Harry.
– ¿Por qué no? –dijo Jacob.
–Usa la lógica, muchacho. Mírala –no era necesario que dijera eso puesto que todos me miraban–. ¿Entiendes?
–Ehm…
– ¡Oh, Jake! No te hagas el tonto –lo regañó Bella, pegándole en la cabeza a forma de broma.
– ¡¡¡Auch!!! -a juzgar por el sonido, al menos una pequeña fractura le hizo.
–Lo siento. Eso es para que se te acomoden las ideas…
– ¿Qué tengo? –ya me estaba preocupando y nadie aclaraba nada.
–Es que no te has visto, amor, estás como si nada. Tú misma lo dijiste: mejor que nunca; y eso es lo último que hubiéramos esperado. La única explicación que tenemos es que tu veneno sea el responsable.
–Yo también creo lo mismo. Oigan, sé que la charla está muy interesante pero en serio necesito alimentarme. ¿Quién quiere cuidar a Al mientras?
– ¿Puedo? –pidió Nessie, acercándose. OK, eso no lo esperaba, ella aún era una niña. Solo la miré fijamente.
– ¿Por qué quieres cuidarlo, hija? –inquirió Edward.
–Nunca había conocido un bebé y él se ve tan tierno… Además, ustedes se encargarán de que yo no haga nada incorrecto –razonó con toda naturalidad, y verdaderamente tenía razón. Yo entendía que después de ser la menor y sobreprotegida de la familia ahora pudiera dejar de ser el centro de atención: yo también era la menor en mi familia.
–Ven, siéntate –ante mis palabras, una enorme sonrisa llenó su rostro mientras volvía al sillón–. Mira mis brazos, colócalos igual, así; ahora…
Le expliqué algunos aspectos generales sobre el cuidado de un bebé aunque yo misma aun no sabía mucho. Se quedó fascinada con Al dormido, entonces mi novio y yo nos despedimos y salimos.
Está de más explicar lo maravilloso que fue descubrir la libertad de movimientos que poseía ahora, la fuerza, la velocidad… era como mi yo anterior mejorado al extremo. Pero no sospechaba hasta qué punto.
Como, estrictamente hablando, Ted y yo no éramos Cullen no teníamos que respetar las fronteras entre su territorio y el de los licántropos. Era una suerte que nadie lo hubiera especificado porque no prestamos mucha atención a cuando la cruzamos, tan acostumbrados nos tenía Jake al aroma de los suyos. En una competencia de velocidad y destreza con los ojos cerrados, llegamos al borde de los riscos en La Push, seguí corriendo hasta que Ted me gritó:
– ¡Diana, baja ya, no te alcanzo!
– ¿Bajar de dónde? –volteé a verlo a unos cincuenta metros de mí, él estaba en el borde de la roca y yo… en el aire. Cien metros bajo mis pies el mar se agitaba a la débil luz del nuboso día.
–Te van a ver los del pueblo –me recordó.
–No creo. ¡Ven! Esto es genial.
Miró no muy convencido la manera en que el viento agitaba mi cabello.
–Es posible que yo no tenga esa magia.
–Si no lo intentas, no lo averiguas.
Tragó saliva y dio un salto pero no se elevó, al contrario cayó en picada mirándome irritado. Reí y lo seguí aun sintiéndome sostenida por el aire.
–Te lo dije –me reprochó.
–Al menos ya lo sabemos. ¿Te apetece nadar?
Sonrió abiertamente, me apretó contra él y caímos al agua. No volvimos a casa sino hasta horas después; aunque pareciera imposible, era fácil encontrar lugares para... intimar en la playa. Emmett, de nuevo él, fue el único que mandó a la porra la discreción del asunto en cuanto nos vio llegar con una gran sonrisa de oreja a oreja, los ojos brillantes y con la ropa manchada de arena. Dios, qué vergüenza.
***************************
Gracias a unos cuantos análisis, Carlisle concluyó que lo que mi cuerpo producía era una mezcla entre leche materna y sangre, concretamente, la propia sangre que aún me quedaba; era el único alimento que el bebé admitía, y todo eso significaba también que mi sed era más intensa que la del resto de vampiros y mi instinto algo más difícil de controlar.
Harry había partido a los dos días del nacimiento de mi hijo, así que cuando Charlie llegó a visitar a Bella y Nessie alrededor de mes y medio después, mi costumbre al olor humano había pasado. Su aroma invadió mis sentidos y mi deseo por la sangre humana aumentó desmesuradamente.
Un constante debate reinaba en mi consciencia ya que los Cullen tendrían problemas si cazaba un par de muggles en Forks, pero por otro lado eso no debía preocuparme ya que podía ir a otra ciudad. Aunque con el esfuerzo que Ted había realizado por controlar su sed, no sería justo que yo no lo intentase. No obstante, por algo contaba con astucia, valentía, inteligencia, instinto e incluso mi propio cuerpo como cebo para algún hombre descuidado, eran mis armas y no usarlas sería un desperdicio…
Mi pero más grande era dejar a Al por toda una noche. El mayor tiempo que me había apartado de él eran dos horas, cosa que por cierto traía a su padre un poco indispuesto conmigo, deseaba que tuviéramos más espacios para nuestra intimidad, a pesar de que entendía (y compartía) el fuerte lazo que me unía a nuestro hijo. Una vez el bebé empezó a llorar a mitad de la noche, cuando Ted y yo estábamos bastante ocupados. En serio que fue arduo separarnos para ir a atenderlo. Ése era otro de mis dilemas: aprender a controlarme para distribuir el tiempo que quería pasar con cada uno de ellos, y cómo.
Finalmente una tarde me decidí. Afortunadamente, Alice seguía sin poder ver lo que yo hiciera, creo que tenía algo que ver con mi escudo mental, que se había vuelto más fuerte que su original. Bloqueé todo pensamiento, alimenté y arrullé a mi bebé, lo dejé con el resto de la familia y volví a mi habitación; busqué entre la ropa que había sido diseñado por Alice y Rosalie, y me vestí un pantalón café oscuro muy ajustado, una blusa roja (ciertamente apropiada) con un pronunciado escote en mi espalda y botas negras con tacón aguja. Evalué el resultado en el espejo, recogiendo mi cabello en un chongo con algunos rizos sueltos y mi reflejo sonrió maliciosamente: me veía fascinante, solo mis ojos naranjas desmejoraban ligeramente mi aspecto pero eran lo menos llamativo. Me abrigué con una chaqueta también café, y escribí una nota para Ted:
Amor,
Sé que leerás esto porque no me habrás encontrado en la casa. Posiblemente no vuelva en toda la noche pero no te preocupes, saldré de Forks. Es que me apetece cazar algo más grande… algo de verdad, como dijiste una vez. No lo puedo evitar.
Regresaré tan pronto como pueda: ya te extraño.
Besos.
Con todo mi corazón deseé que su enojo no fuera demasiado. Dejé el papelito sobre la mesa de noche con la lámpara encendida y me volteé hacia la ventana, ya empezaba a oscurecer. Había planeado cada detalle días atrás.
Me quité las botas, tendría que ir hasta Port Townsend corriendo ya que si usaba algún vehículo, los Cullen se darían cuenta de mi marcha y eso no era conveniente. Puse los zapatos en mi bolso y salté fuera de la casa. Escogí Port Townsend primero porque Seattle sería mi próxima visita: mejor no frecuentar la misma ciudad.
Mientras corría a toda velocidad entre árboles y senderos ocultos paralelos a la 101, prestaba mucha atención a que nada le sucediera a mi ropa, era muy importante ser irresistible esa noche o de lo contrario mi plan se iría por la borda. ¿Dónde había quedado mi timidez?
Cuando llegué a destino aun era temprano. La discoteca a la que iría se encontraba casi vacía, por lo que me senté en la azotea del edificio a esperar. Aproveché para limpiar mis pies, calzarme y arreglar mi cabello, metí la chaqueta en el bolso y lo oculté; con algo de suerte más tarde volvería por ellos.
Al entrar a la disco, estaba abarrotada y las esencias de tantos humanos encerrados en ese lugar provocaron que mi garganta se secara, casi me lanzo contra quien tuviera más cerca pero logré contenerme y caminé hasta una mesa. Difícil, muy difícil.
“Recuerda el plan, hazlo bien” me recordé. Cerré los ojos para concentrarme mejor. “Primero, escoge el más apetecible. Sedúcelo. Apártalo.” Bien, luego de un par de minutos de minucioso olfateo encontré a mi víctima.
En medio de la marea de gente me acerqué lenta y sigilosamente a él, algunos pensamientos ajenos llegaban a mi mente, se quejaban a los amigos por ponerles cubos de hielo cerca o cosas así cuando en realidad era que pasaban rozando mi piel. Sonreí a mis adentros, qué ineptos.
A un par de metros de él lo observé. Tendría unos veintiún años, metro ochenta de estatura, cabello negro y ojos claros, estaba con su grupo. Seguí estática sin apartar mis ojos hasta que respondió a mi mirada. Le sonreí coquetamente y comencé a bailar para él -no lo hice antes porque sin duda atraería mucha atención, era poco conveniente por supuesto-. Mis movimientos no iban con la música, seguían un ritmo más lento, sin embargo lo tenía cautivado al mirarlo fijamente y pasar las manos por mi piel, deteniéndome en ciertas zonas prohibidas, lugares que él jamás llegaría a recorrer. Mi única intención era excitarlo, provocar sus más oscuras fantasías; me mordí el labio observando su entrepierna. Uf, no contaba con que en mi cacería yo también sentiría deseo físico por él: él instinto empezaba a ser incontrolable para mí.
Se acercó despacio, su respiración ya era entrecortada. Extasiado, acarició mi espalda desnuda pero inmediatamente se asustó ante la sensación y por su propio atrevimiento, así que empezó a retirarse.
– ¡No! –le pedí que no se fuera, era mi primera presa.
– ¿Quién eres? –la típica pregunta. Le sonreí dulcemente y lo abracé.
–Solo no te vayas aún.
–Ay Dios –sentir mi delgado y extraordinariamente sensual cuerpo contra el suyo, lo estaba llevando al delirio. Noté como algo despertaba bajo sus vaqueros.
–Vamos a un lugar menos concurrido –murmuré a su oído, no sin antes besar su lóbulo. Fui alejándome; para él era en busca de un lugar más íntimo, para mí era hacia su lecho de muerte. Pobre desprevenido que no se esperaba una mujer como yo.
Salí del bar seguida por él, la luna llena iluminaba las solitarias calles así que yo era fácil de ver por sus débiles ojos humanos. Dos manzanas más adelante dejé que me alcanzara.
– ¿Te he visto antes? –me preguntó con inocencia. Se veía amable pero censuré ese pensamiento rápidamente. Gracias a los dioses podía controlar a mi antojo las habilidades de leer el pensamiento y sentir las emociones ajenas porque eran lo que menos necesitaba en ese momento.
–Ahora me has visto –respondí con mi rostro a tres centímetros del suyo.
– ¿Será por una sola noche? –su corazón latía con fuerza, estaba muy ansioso.
–La primera y la última –susurré peligrosamente. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y sus latidos se aceleraron; al parecer logré asustarlo antes de tiempo, ahora debía apresurarme. Con un leve suspiro besé sus labios tan cálidos, se sorprendió pero gustoso devolvió el beso. Recordé a mi prometido y a mi bebé y me sentí mal pero ¡Dios mío! Su esencia lo compensaba, solo imaginé su sabor.
Lo tomé de la mano hasta llevarlo debajo de las sombrías escaleras de un edificio y abandoné toda precaución. Lo lancé contra el suelo y sentándome sobre él murmuré “¡Silencius!”, fue algo automático, la costumbre. En su mirada empezó a reflejarse el miedo cuando pasé mi lengua por su cuello, mantenía la boca abierta en un grito que era mudo gracias a mi hechizo silenciador que milagrosamente funcionó y sin varita; yo estaba fascinada con todo esto, era tan distinto. Oí como en su desespero rasgaba alguna de mis prendas. ¡Ups! tendría que explicar eso al volver; trataba de apartarme así que sujeté sus muñecas por encima de la cabeza, enredé sus piernas entre las mías y volví a mirarlo. Su cuerpo suave, tibio, frágil, se estremecía constantemente a causa de los escalofríos, y me encantaba. Momento, ¿estaba semidesnuda sobre él?
– ¿Has oído hablar de los súcubus*? Sí existimos, pero no como todos creen –le dije sensualmente, aunque eso sólo logró que lo espantara más.
Con mi nariz rozando su garganta, volví a inhalar su atractivo aroma y finalmente cedí a parte de mi voluntad, la que deseaba su sangre y no su cuerpo, fue algo mucho mejor de lo que hubiera imaginado. Olvidé dónde estaba y las implicaciones de lo que hacía, sólo disfrutaba del profundo placer que su sangre caliente provocaba al deslizarse por mi boca, me aferré más a él a pesar de sentir cómo su pulso se debilitaba gradualmente, hasta que luego de unos minutos vi sus ojos fijos, desenfocados. Lo solté y delicadamente cerré sus párpados, con mi lengua curé la marca que le había dejado.
Me senté a su lado, saboreando la sangre que quedaba en mis labios y pensando qué haría ahora; la luna seguía brillando acompañada por unas cuantas estrellas. Él ya no tenía brillo pero sus amigos se preguntarían por él, debía devolverles lo que podía; lo cargué y siendo tan discreta como un fantasma lo dejé en la entrada de la discoteca. De un salto volví a la azotea en que estuve horas atrás y me dediqué a evaluar la evidencia: mi blusa estaba rasgada en el único trocito de la espalda por lo que ya no cumplía su función, terminé de quitarla observando que parecía ser la única prueba, y saqué la chaqueta y el bolso de su escondite, al menos tenía con qué vestirme.
Pero gracias a la sangre recién ingerida me sentía con mucha fuerza, curiosamente estaba más feliz, olvidé la parte del plan en la que robaba un auto para volver a Forks y decidí volver corriendo. Pero no quise volver a casa aún así que me paseé por algunas calles y me colé en una fiesta organizada en una casa, cuando humana no me gustaba pasar toda la noche fuera pero ahora mis impulsos eran intensos y me extasiaba dejarme ir con ellos. Bailando, noté miradas interesadas y lascivas por parte de los hombres, también miradas envidiosas y asesinas en las mujeres, pero no necesité mucho esfuerzo para mantenerlos lejos de mi: las acciones de esa noche debieron dejar huellas en mi, suficientes para sus propios instintos.
Al salir miré al amanecer.
– ¡Oh, perfecto! –resoplé. Meses atrás, los Cullen me habían advertido de no exponerme al sol, aun no sabía por qué, sin embargo no estaba segura de querer averiguarlo.
Con urgencia corrí (casi volé) a la penumbra verdosa del bosque más cercano, decidí no salir de entre los árboles en todo el viaje de regreso ya que ahí nadie me vería pero en un claro la curiosidad pudo conmigo y dejé que el sol me diera de lleno, cerré los ojos levemente temerosa, pero nada sucedió… hasta que observé mis manos y pies descubiertos, reflejando la luz solar, no como un espejo sino como un prisma. Expuse también mi abdomen y parte de mis piernas comprobando que los colores del arco iris se destellaban allí también, por segunda vez en mi vida me quedé boquiabierta conmigo misma.
Un par de horas después me encontraba frente a la casa de mi familia; la vergüenza y el remordimiento por lo que había hecho finalmente me agobiaban, ¿cómo les daría la cara? Me abracé a un árbol mientras sollozaba; aunque era imposible que lágrimas aparecieran ahora, la culpa era demasiado fuerte.
¿Yyyyyyyyyyy? ¿Qué les pareció? ¿También quieren matar a Diana y compadecen al pobre humano? (Saco una escopeta y las apunto directamente) Intentenlo.
xDD
¡qué cosas dices Alba! ¡jajaja!Me tengo que romper la cadera yo y vamos... que me hagan la cesarea, así el niño no será una parida (????)
Bea, me regalas un pedacito de melocotón del paraíso?
Este capi tiene muchas cosas... Según una amiga, es donde más se nota lo diferente que es Diana de los Cullen. Muchos odiaron este capi por esa razón, otros lo amaron; personalmente me gustó mucho, mucho. (modestia aparte xD), ya ustedes me dirán su opinión.
Capítulo 9. Redescubriendo.
No podía creer lo que estaba oyendo. Los pensamientos de mi bebé, al fin podía escucharlo y lo que es más ¡me quería!, era maravilloso pero intentar tocarlo no hubiese sido prudente.
Sentía el ya conocido ardor en el cuerpo, así que Carlisle tenía razón, mi propio veneno hacía de las suyas. Esta vez sin embargo era distinto, no tan intenso y el fuego se centraba en mi abdomen, podía sentir como la sangre huía de mi cuerpo por las heridas. Al menos era más soportable que la primera vez, poco angustiante y relativamente indoloro en comparación con la fractura de mi cadera, aún así no podía evitar quejarme ocasionalmente.
–Tenlo un momento –oí a Ted decir. Escudriñé en su mente cada acción, era lo más que podía hacer. Tenía a Al en sus brazos y en ese momento se lo dio a Harry y salió de la habitación.
Mi corazón dio sus últimos latidos, el silencio siguió; ahora oía el pulso de Harry y el de mi niño más fácilmente que antes. Inhalé profundamente para comprobar que seguía viva y así era. Qué sensación tan particular. Cuando sentí una esponja cálida sobre mi piel abrí los ojos, era Ted que al volver pensaba en limpiar la sangre que estaba por toda mi piel. El ardor era casi imperceptible por lo que me llamó la atención que la mano de mi novio sobre mi hombro no estuviera fría. Al verme consciente, él se apresuró en su tarea.
“¿Cómo te sientes?” –me preguntó en su mente.
“…Creo que… vacía, pero mejor”.
“Te ves mejor” –me sonrió–, “lo peor terminó”.
“Sin duda” –miré al bebé que estaba muy interesado en el abuelo Harry –. “¿Cómo es?”
“Irrealmente perfecto pero… pequeño. Es que lo imaginaba más grande por el tamaño que tenías…”
“Cerca de mi todo se ve grande, no te sorprendas que dentro mío se vea aún más grande” –y rodé mis ojos.
“Lo sé, por eso me gustas” –y besó mi mano izquierda. “Terminé, sólo falta vestirte”.
Me senté en la cama mientras él salía a pedir ropa a Alice. Al menos el ardor que la transformación total me provocó tuvo (una vez más) su efecto positivo: mi cuerpo estaba d–i–v–i–n–o, no tendría que pasar por largos meses de ejercicios y dietas para recuperar mi figura de antes del embarazo. ¡Empezaba a gustarme no ser humana!
Pero en un momento olvidé todo eso: quería cargar a mi hijo, así que me acerqué a Harry y Al estiró sus bracitos hacia mí. Cuando lo iba a alzar me distrajo ver el rostro de Harry completamente sonrojado y sus ojos entornados.
– ¿Estás bien? –le pregunté desconcertada.
–Ehm… fu… babora… –murmuró.
– ¿Qué? –realmente empezaba a asustarme el no entender sus palabras ni sus pensamientos. Se puso de pie, me entregó al niño y con su varita hizo que una sabana me cubriera. – ¡Oh! Claro. ¡Lo siento, Harry! –no creí que su comportamiento se debiera a mi desnudez, francamente llevaba horas viéndome así y él no era morboso para nada; en realidad toda la familia me había visto. Algo apenada sonreí y decidí no tomarle importancia a ello, al cabo que ya me había cubierto un poco.
Ted no me había mentido: Al era hermoso, calientito, suave y perfecto, pero olvidó mencionar lo mucho que se parecía a él, era su versión en miniatura, excepto por el cabello rubio. Me perdí, ¡¿por qué era rubio?!
Me senté en la butaca del dormitorio, tocando con suma delicadeza cada parte de su cuerpo revisándolo, conociéndolo. Él no perdía detalle de mi cara, volví a sorprenderme por lo inteligente que era, parecía analizar todo además de que al estar recostado en parte sobre mi estómago recordó que cuando Bella lo estaba aseando, él notó algo en su pancita que no veía en mí, tocó mi ombligo algo confundido. Me hizo reír y lo abracé solo un poco más fuerte; él estaba pensando en el trocito de cordón umbilical que aún tenía y se fascinó tocando ese pequeño agujero.
Empecé a llenarlo de besos en cada parte que podía mientras lo hacía sentir todo mi amor lo más que podía (gracias a lo que aprendí a hacer de Jasper).
–Dice Alice que escojas lo que quieres vestir aunque no te dio muchas op… –como Ted me vio en la butaca y no en la cama se distrajo pero casi al instante lanzó la ropa donde fuera y se acercó a nosotros. Harry decidió muy convenientemente que lo mejor para él era bajar con el resto de la familia y darnos algo de intimidad.
Nos besamos intensamente, en verdad nos sentíamos felices, como dentro de una burbuja perfecta… una que tuvo un pequeño pinchazo cerca de mi silencioso corazón.
Sabíamos que nuestro bebé tenía hambre y que aunque Bella intentó alimentarlo él no quiso comer, pero lo último que hubiéramos esperado era que Al posara su boca en uno de mis pechos y empezara a succionar, aún más difícil de creer era que estaba saliendo un líquido rosado. Ajeno a la conmoción de sus padres, el pequeño cerró los ojos y continuó hasta que se quedó profundamente dormido. Entonces lo recosté en la cama para vestirme; más adelante Carlisle tendría que revisarme.
“¿Bella podía hacer eso?”
“No sé, creo que no.”
“Lo que tienes es… ¿leche?” –se preguntaba Ted con escepticismo.
“Lo dudo. Pero míralo: ya no tiene hambre. Al contrario de mí, por cierto.”
“Vamos a cazar.”
“Es imposible que lo llevemos con nosotros, y no quiero dejarlo.”
“De seguro Esme lo querrá cuidar, además seremos rápidos, lo sabes.”
Suspiré.
“De acuerdo, es la única opción. ¡Espera!”
– ¿Qué?
–Su cabello… ¡ahora tiene mechones azules!
–Cierto. Pero nació castaño.
Nos miramos a los ojos, una vez más con sorpresa. Al parecer, nuestro pequeño había heredado la anterior habilidad de su papá, era un metamorfomago. Sentí cierto alivio porque eso explicaba que para cuando yo lo cargué fuera rubio cuando ni su papá ni yo lo éramos. Ése bebé era realmente especial, y empezábamos a creer que tardaríamos un largo tiempo descubriéndolo.
Los Cullen, Harry y Jacob estaban en los sillones frente al televisor aunque, como de costumbre, no parecían muy interesados en él. Edward fue el primero en voltear cuando llegamos al último escalón y al verme de pie cargando al niño frunció el entrecejo adoptando el gesto de quien está contrariado, Alice provocó que dejara de verlo al exclamar:
– ¡Ya te has levantado…! ¿Por qué tan pronto?
–No tenía sueño –respondí tontamente.
– ¿Y cómo estás? –preguntó Rosalie, con ojo crítico.
–Mejor que nunca –sonreí pero dejé de hacerlo porque me incomodaba la expresión que tenían todos–. ¿Sucede algo? ¿Tengo algo mal?
Jacob fue quien contestó.
–Es que es demasiado raro que estés aquí parada como si nada.
– ¿Por qué raro? –esto hizo que Jake rodara los ojos.
–No será porque estuviste a punto de morir y deberías seguir incapaz de moverte y todo eso, ¿verdad?
–Gracias por los buenos deseos, Jake –arqueé una ceja.
–Diana, él tiene razón. Cuando sucedió lo mismo con Bella pasaron tres días para que reaccionara, tú en cambio pasaste poco más de una hora para levantarte y estar aquí.
–Sabes que yo era humana, Carlisle –opinó ella –. Diana no, tampoco necesitó del veneno de otro para sanar ni tuvo que transformarse.
–Yo no estaría tan seguro de lo último –comentó Harry.
– ¿Por qué no? –dijo Jacob.
–Usa la lógica, muchacho. Mírala –no era necesario que dijera eso puesto que todos me miraban–. ¿Entiendes?
–Ehm…
– ¡Oh, Jake! No te hagas el tonto –lo regañó Bella, pegándole en la cabeza a forma de broma.
– ¡¡¡Auch!!! -a juzgar por el sonido, al menos una pequeña fractura le hizo.
–Lo siento. Eso es para que se te acomoden las ideas…
– ¿Qué tengo? –ya me estaba preocupando y nadie aclaraba nada.
–Es que no te has visto, amor, estás como si nada. Tú misma lo dijiste: mejor que nunca; y eso es lo último que hubiéramos esperado. La única explicación que tenemos es que tu veneno sea el responsable.
–Yo también creo lo mismo. Oigan, sé que la charla está muy interesante pero en serio necesito alimentarme. ¿Quién quiere cuidar a Al mientras?
– ¿Puedo? –pidió Nessie, acercándose. OK, eso no lo esperaba, ella aún era una niña. Solo la miré fijamente.
– ¿Por qué quieres cuidarlo, hija? –inquirió Edward.
–Nunca había conocido un bebé y él se ve tan tierno… Además, ustedes se encargarán de que yo no haga nada incorrecto –razonó con toda naturalidad, y verdaderamente tenía razón. Yo entendía que después de ser la menor y sobreprotegida de la familia ahora pudiera dejar de ser el centro de atención: yo también era la menor en mi familia.
–Ven, siéntate –ante mis palabras, una enorme sonrisa llenó su rostro mientras volvía al sillón–. Mira mis brazos, colócalos igual, así; ahora…
Le expliqué algunos aspectos generales sobre el cuidado de un bebé aunque yo misma aun no sabía mucho. Se quedó fascinada con Al dormido, entonces mi novio y yo nos despedimos y salimos.
Está de más explicar lo maravilloso que fue descubrir la libertad de movimientos que poseía ahora, la fuerza, la velocidad… era como mi yo anterior mejorado al extremo. Pero no sospechaba hasta qué punto.
Como, estrictamente hablando, Ted y yo no éramos Cullen no teníamos que respetar las fronteras entre su territorio y el de los licántropos. Era una suerte que nadie lo hubiera especificado porque no prestamos mucha atención a cuando la cruzamos, tan acostumbrados nos tenía Jake al aroma de los suyos. En una competencia de velocidad y destreza con los ojos cerrados, llegamos al borde de los riscos en La Push, seguí corriendo hasta que Ted me gritó:
– ¡Diana, baja ya, no te alcanzo!
– ¿Bajar de dónde? –volteé a verlo a unos cincuenta metros de mí, él estaba en el borde de la roca y yo… en el aire. Cien metros bajo mis pies el mar se agitaba a la débil luz del nuboso día.
–Te van a ver los del pueblo –me recordó.
–No creo. ¡Ven! Esto es genial.
Miró no muy convencido la manera en que el viento agitaba mi cabello.
–Es posible que yo no tenga esa magia.
–Si no lo intentas, no lo averiguas.
Tragó saliva y dio un salto pero no se elevó, al contrario cayó en picada mirándome irritado. Reí y lo seguí aun sintiéndome sostenida por el aire.
–Te lo dije –me reprochó.
–Al menos ya lo sabemos. ¿Te apetece nadar?
Sonrió abiertamente, me apretó contra él y caímos al agua. No volvimos a casa sino hasta horas después; aunque pareciera imposible, era fácil encontrar lugares para... intimar en la playa. Emmett, de nuevo él, fue el único que mandó a la porra la discreción del asunto en cuanto nos vio llegar con una gran sonrisa de oreja a oreja, los ojos brillantes y con la ropa manchada de arena. Dios, qué vergüenza.
***************************
Gracias a unos cuantos análisis, Carlisle concluyó que lo que mi cuerpo producía era una mezcla entre leche materna y sangre, concretamente, la propia sangre que aún me quedaba; era el único alimento que el bebé admitía, y todo eso significaba también que mi sed era más intensa que la del resto de vampiros y mi instinto algo más difícil de controlar.
Harry había partido a los dos días del nacimiento de mi hijo, así que cuando Charlie llegó a visitar a Bella y Nessie alrededor de mes y medio después, mi costumbre al olor humano había pasado. Su aroma invadió mis sentidos y mi deseo por la sangre humana aumentó desmesuradamente.
Un constante debate reinaba en mi consciencia ya que los Cullen tendrían problemas si cazaba un par de muggles en Forks, pero por otro lado eso no debía preocuparme ya que podía ir a otra ciudad. Aunque con el esfuerzo que Ted había realizado por controlar su sed, no sería justo que yo no lo intentase. No obstante, por algo contaba con astucia, valentía, inteligencia, instinto e incluso mi propio cuerpo como cebo para algún hombre descuidado, eran mis armas y no usarlas sería un desperdicio…
Mi pero más grande era dejar a Al por toda una noche. El mayor tiempo que me había apartado de él eran dos horas, cosa que por cierto traía a su padre un poco indispuesto conmigo, deseaba que tuviéramos más espacios para nuestra intimidad, a pesar de que entendía (y compartía) el fuerte lazo que me unía a nuestro hijo. Una vez el bebé empezó a llorar a mitad de la noche, cuando Ted y yo estábamos bastante ocupados. En serio que fue arduo separarnos para ir a atenderlo. Ése era otro de mis dilemas: aprender a controlarme para distribuir el tiempo que quería pasar con cada uno de ellos, y cómo.
Finalmente una tarde me decidí. Afortunadamente, Alice seguía sin poder ver lo que yo hiciera, creo que tenía algo que ver con mi escudo mental, que se había vuelto más fuerte que su original. Bloqueé todo pensamiento, alimenté y arrullé a mi bebé, lo dejé con el resto de la familia y volví a mi habitación; busqué entre la ropa que había sido diseñado por Alice y Rosalie, y me vestí un pantalón café oscuro muy ajustado, una blusa roja (ciertamente apropiada) con un pronunciado escote en mi espalda y botas negras con tacón aguja. Evalué el resultado en el espejo, recogiendo mi cabello en un chongo con algunos rizos sueltos y mi reflejo sonrió maliciosamente: me veía fascinante, solo mis ojos naranjas desmejoraban ligeramente mi aspecto pero eran lo menos llamativo. Me abrigué con una chaqueta también café, y escribí una nota para Ted:
Amor,
Sé que leerás esto porque no me habrás encontrado en la casa. Posiblemente no vuelva en toda la noche pero no te preocupes, saldré de Forks. Es que me apetece cazar algo más grande… algo de verdad, como dijiste una vez. No lo puedo evitar.
Regresaré tan pronto como pueda: ya te extraño.
Besos.
Con todo mi corazón deseé que su enojo no fuera demasiado. Dejé el papelito sobre la mesa de noche con la lámpara encendida y me volteé hacia la ventana, ya empezaba a oscurecer. Había planeado cada detalle días atrás.
Me quité las botas, tendría que ir hasta Port Townsend corriendo ya que si usaba algún vehículo, los Cullen se darían cuenta de mi marcha y eso no era conveniente. Puse los zapatos en mi bolso y salté fuera de la casa. Escogí Port Townsend primero porque Seattle sería mi próxima visita: mejor no frecuentar la misma ciudad.
Mientras corría a toda velocidad entre árboles y senderos ocultos paralelos a la 101, prestaba mucha atención a que nada le sucediera a mi ropa, era muy importante ser irresistible esa noche o de lo contrario mi plan se iría por la borda. ¿Dónde había quedado mi timidez?
Cuando llegué a destino aun era temprano. La discoteca a la que iría se encontraba casi vacía, por lo que me senté en la azotea del edificio a esperar. Aproveché para limpiar mis pies, calzarme y arreglar mi cabello, metí la chaqueta en el bolso y lo oculté; con algo de suerte más tarde volvería por ellos.
Al entrar a la disco, estaba abarrotada y las esencias de tantos humanos encerrados en ese lugar provocaron que mi garganta se secara, casi me lanzo contra quien tuviera más cerca pero logré contenerme y caminé hasta una mesa. Difícil, muy difícil.
“Recuerda el plan, hazlo bien” me recordé. Cerré los ojos para concentrarme mejor. “Primero, escoge el más apetecible. Sedúcelo. Apártalo.” Bien, luego de un par de minutos de minucioso olfateo encontré a mi víctima.
En medio de la marea de gente me acerqué lenta y sigilosamente a él, algunos pensamientos ajenos llegaban a mi mente, se quejaban a los amigos por ponerles cubos de hielo cerca o cosas así cuando en realidad era que pasaban rozando mi piel. Sonreí a mis adentros, qué ineptos.
A un par de metros de él lo observé. Tendría unos veintiún años, metro ochenta de estatura, cabello negro y ojos claros, estaba con su grupo. Seguí estática sin apartar mis ojos hasta que respondió a mi mirada. Le sonreí coquetamente y comencé a bailar para él -no lo hice antes porque sin duda atraería mucha atención, era poco conveniente por supuesto-. Mis movimientos no iban con la música, seguían un ritmo más lento, sin embargo lo tenía cautivado al mirarlo fijamente y pasar las manos por mi piel, deteniéndome en ciertas zonas prohibidas, lugares que él jamás llegaría a recorrer. Mi única intención era excitarlo, provocar sus más oscuras fantasías; me mordí el labio observando su entrepierna. Uf, no contaba con que en mi cacería yo también sentiría deseo físico por él: él instinto empezaba a ser incontrolable para mí.
Se acercó despacio, su respiración ya era entrecortada. Extasiado, acarició mi espalda desnuda pero inmediatamente se asustó ante la sensación y por su propio atrevimiento, así que empezó a retirarse.
– ¡No! –le pedí que no se fuera, era mi primera presa.
– ¿Quién eres? –la típica pregunta. Le sonreí dulcemente y lo abracé.
–Solo no te vayas aún.
–Ay Dios –sentir mi delgado y extraordinariamente sensual cuerpo contra el suyo, lo estaba llevando al delirio. Noté como algo despertaba bajo sus vaqueros.
–Vamos a un lugar menos concurrido –murmuré a su oído, no sin antes besar su lóbulo. Fui alejándome; para él era en busca de un lugar más íntimo, para mí era hacia su lecho de muerte. Pobre desprevenido que no se esperaba una mujer como yo.
Salí del bar seguida por él, la luna llena iluminaba las solitarias calles así que yo era fácil de ver por sus débiles ojos humanos. Dos manzanas más adelante dejé que me alcanzara.
– ¿Te he visto antes? –me preguntó con inocencia. Se veía amable pero censuré ese pensamiento rápidamente. Gracias a los dioses podía controlar a mi antojo las habilidades de leer el pensamiento y sentir las emociones ajenas porque eran lo que menos necesitaba en ese momento.
–Ahora me has visto –respondí con mi rostro a tres centímetros del suyo.
– ¿Será por una sola noche? –su corazón latía con fuerza, estaba muy ansioso.
–La primera y la última –susurré peligrosamente. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y sus latidos se aceleraron; al parecer logré asustarlo antes de tiempo, ahora debía apresurarme. Con un leve suspiro besé sus labios tan cálidos, se sorprendió pero gustoso devolvió el beso. Recordé a mi prometido y a mi bebé y me sentí mal pero ¡Dios mío! Su esencia lo compensaba, solo imaginé su sabor.
Lo tomé de la mano hasta llevarlo debajo de las sombrías escaleras de un edificio y abandoné toda precaución. Lo lancé contra el suelo y sentándome sobre él murmuré “¡Silencius!”, fue algo automático, la costumbre. En su mirada empezó a reflejarse el miedo cuando pasé mi lengua por su cuello, mantenía la boca abierta en un grito que era mudo gracias a mi hechizo silenciador que milagrosamente funcionó y sin varita; yo estaba fascinada con todo esto, era tan distinto. Oí como en su desespero rasgaba alguna de mis prendas. ¡Ups! tendría que explicar eso al volver; trataba de apartarme así que sujeté sus muñecas por encima de la cabeza, enredé sus piernas entre las mías y volví a mirarlo. Su cuerpo suave, tibio, frágil, se estremecía constantemente a causa de los escalofríos, y me encantaba. Momento, ¿estaba semidesnuda sobre él?
– ¿Has oído hablar de los súcubus*? Sí existimos, pero no como todos creen –le dije sensualmente, aunque eso sólo logró que lo espantara más.
Con mi nariz rozando su garganta, volví a inhalar su atractivo aroma y finalmente cedí a parte de mi voluntad, la que deseaba su sangre y no su cuerpo, fue algo mucho mejor de lo que hubiera imaginado. Olvidé dónde estaba y las implicaciones de lo que hacía, sólo disfrutaba del profundo placer que su sangre caliente provocaba al deslizarse por mi boca, me aferré más a él a pesar de sentir cómo su pulso se debilitaba gradualmente, hasta que luego de unos minutos vi sus ojos fijos, desenfocados. Lo solté y delicadamente cerré sus párpados, con mi lengua curé la marca que le había dejado.
Me senté a su lado, saboreando la sangre que quedaba en mis labios y pensando qué haría ahora; la luna seguía brillando acompañada por unas cuantas estrellas. Él ya no tenía brillo pero sus amigos se preguntarían por él, debía devolverles lo que podía; lo cargué y siendo tan discreta como un fantasma lo dejé en la entrada de la discoteca. De un salto volví a la azotea en que estuve horas atrás y me dediqué a evaluar la evidencia: mi blusa estaba rasgada en el único trocito de la espalda por lo que ya no cumplía su función, terminé de quitarla observando que parecía ser la única prueba, y saqué la chaqueta y el bolso de su escondite, al menos tenía con qué vestirme.
Pero gracias a la sangre recién ingerida me sentía con mucha fuerza, curiosamente estaba más feliz, olvidé la parte del plan en la que robaba un auto para volver a Forks y decidí volver corriendo. Pero no quise volver a casa aún así que me paseé por algunas calles y me colé en una fiesta organizada en una casa, cuando humana no me gustaba pasar toda la noche fuera pero ahora mis impulsos eran intensos y me extasiaba dejarme ir con ellos. Bailando, noté miradas interesadas y lascivas por parte de los hombres, también miradas envidiosas y asesinas en las mujeres, pero no necesité mucho esfuerzo para mantenerlos lejos de mi: las acciones de esa noche debieron dejar huellas en mi, suficientes para sus propios instintos.
Al salir miré al amanecer.
– ¡Oh, perfecto! –resoplé. Meses atrás, los Cullen me habían advertido de no exponerme al sol, aun no sabía por qué, sin embargo no estaba segura de querer averiguarlo.
Con urgencia corrí (casi volé) a la penumbra verdosa del bosque más cercano, decidí no salir de entre los árboles en todo el viaje de regreso ya que ahí nadie me vería pero en un claro la curiosidad pudo conmigo y dejé que el sol me diera de lleno, cerré los ojos levemente temerosa, pero nada sucedió… hasta que observé mis manos y pies descubiertos, reflejando la luz solar, no como un espejo sino como un prisma. Expuse también mi abdomen y parte de mis piernas comprobando que los colores del arco iris se destellaban allí también, por segunda vez en mi vida me quedé boquiabierta conmigo misma.
Un par de horas después me encontraba frente a la casa de mi familia; la vergüenza y el remordimiento por lo que había hecho finalmente me agobiaban, ¿cómo les daría la cara? Me abracé a un árbol mientras sollozaba; aunque era imposible que lágrimas aparecieran ahora, la culpa era demasiado fuerte.
¿Yyyyyyyyyyy? ¿Qué les pareció? ¿También quieren matar a Diana y compadecen al pobre humano? (Saco una escopeta y las apunto directamente) Intentenlo.
xDD
Disumo- Vampiro
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Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Oh, señor, esto sí que me gusta Estaba deseando algo así, tipo "Entrevista con el vampiro" or something similar.
Señor, quiero que siga así, Diana, en serio
Señor, quiero que siga así, Diana, en serio
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Te gustó!
Vieras que en el otro foro TODOS, repito, TODOS los lectores me dijeron que les parecía muy mal y que no le gustó porque era algo violento y así.
Pero a tí si te gustó!!!
Vieras que en el otro foro TODOS, repito, TODOS los lectores me dijeron que les parecía muy mal y que no le gustó porque era algo violento y así.
Pero a tí si te gustó!!!
Disumo- Vampiro
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Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Vaya... no lo habia leido, hacia tiempo que esperaba un capi nuevo pero
por favor algo como esto no, lo siento Diana pero no me gusto nada.
XDDD que noooo que es broma me ENCANTOOO! mucho, en seriooo.
Esta genial expresado, hombre, me dio un poco de pena por el chico.
Pero ahora comprendo porque apenas hay chicos guapos y gagaga *se baba entera* xDDD
QUIERO OTROO CAPIIIII, es como un viciooo necesito maaaaas
por favor algo como esto no, lo siento Diana pero no me gusto nada.
XDDD que noooo que es broma me ENCANTOOO! mucho, en seriooo.
Esta genial expresado, hombre, me dio un poco de pena por el chico.
Pero ahora comprendo porque apenas hay chicos guapos y gagaga *se baba entera* xDDD
QUIERO OTROO CAPIIIII, es como un viciooo necesito maaaaas
Bea_J- Vampiro padawan
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Edad : 30
Localización : En el paraiso comiendome un melocotón
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Dios, Bea!!!! Casi me matas del susto! *le muestra los colmillos de neonata* Mujer, durante unos segundos creí que no te había gustado. xD
Pobre chico? No, al cabo que son unos ingratos, mejor que Diana acabe con unos cuantos Pero ya verás la que le espera en la casa. Digamos que Ted se va a molestar un poquitín...
Espera, escribiste vicio? Oh! *se deshace en lágrimas de felicidad*
Pobre chico? No, al cabo que son unos ingratos, mejor que Diana acabe con unos cuantos Pero ya verás la que le espera en la casa. Digamos que Ted se va a molestar un poquitín...
Espera, escribiste vicio? Oh! *se deshace en lágrimas de felicidad*
Disumo- Vampiro
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Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Jijijijiji
Me imagino la bronca que se llevara... pero bueno el banquete que se pego no se lo quita nadie xD
Y si es como un vicio, es que se pone mas y mas interesantey si dices qeu lo tienes acabado pues tengo la seguridad de que tiene un final... y no como mi historia y como muchosotros fics xD
QUIERO MAAAS
Me imagino la bronca que se llevara... pero bueno el banquete que se pego no se lo quita nadie xD
Y si es como un vicio, es que se pone mas y mas interesantey si dices qeu lo tienes acabado pues tengo la seguridad de que tiene un final... y no como mi historia y como muchosotros fics xD
QUIERO MAAAS
Bea_J- Vampiro padawan
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Fecha de inscripción : 07/02/2009
Edad : 30
Localización : En el paraiso comiendome un melocotón
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Bien, atendiendo a la adicción de Bea (?) ¡el capítulo 10!
Acá les presento un poco más a Al, así se enamorarán de él. xD (Solo es un bebé... hum... ¬¬) Bien, bien, bien, yo toy aprendiendo a ser vampira como tiene que ser, quizá eso me ayude con Diana porque llevo una especie de bloqueo del escritor que ha durado más de un mes y no consigo escribir lo que tengo en la cabeza T-T
OK, mucho bla bla bla.
Capítulo 10. Sombras.
Un par de horas después me encontraba frente a la casa de mi familia; la vergüenza y el remordimiento por lo que había hecho finalmente me agobiaban, ¿cómo les daría la cara? Me abracé a un árbol mientras sollozaba; aunque era imposible que lágrimas aparecieran ahora, la culpa era demasiado fuerte.
–No puedo entrar… no puedo… –me repetía, apoyando la espalda al árbol y sujetando mi pecho.
–Tienes que hacerlo.
Salté cuatro metros hacia delante al oír a Ted sobre mi hombro, sus ojos y voz reflejaban la ira que yo tanto temía, Jasper estaba cerca también. Guardé silencio y desplegué mi escudo.
Jass me tomó por el codo guiándome a la mansión, no despegué mi mirada del césped ni del suelo de madera clara cuando entramos; sentía a mi novio respirando en mi nuca y pensé que se controlaba solo gracias a Jasper, porque aún era tan impulsivo como yo.
Nadie dijo nada por un momento pero lo que hice era más que evidente, debido al cambio en mi esencia y el tenue rubor de mi piel. Esme se acercó, puso su índice en mi barbilla y levantó mi rostro mientras yo dirigía mi mirada a cualquier lugar menos a ella; sin saber muy bien por qué, recibí su abrazo maternal y con ello solo sentí un mayor remordimiento.
En contra de mi voluntad, la dejé que se quedara así mientras quiso, al apartarse enfoqué sus ojos y noté su comprensión, mi vergüenza era suya.
–Cuéntanos –pidió Carlisle. Pero yo no tenía ánimo para hablar así que bajé mi escudo y comencé a recordar casi con todo detalle lo sucedido, lanzando primero una fugaz mirada a Edward, la cual fue entendida por todos. Supuse que Ted me escucharía también.
Al llegar a la parte del beso, todos lanzaron distintas exclamaciones al ver cómo Ted me sujetó por el cuello y me estrelló contra una pared, furioso, apretaba tan fuerte que si yo hubiese sido humana me hubiera asfixiado. No pude evitar encolerizarme, por lo que de una certera patada en su pecho lo arrojé al otro lado de la sala. Me asusté, nunca lo había visto tan enojado conmigo, jamás había sido rudo. ¿Yo causé eso?
Gruñendo, intentó sujetarme de nuevo, pero de alguna forma hice que un sillón se interpusiera en su camino, uno que se convirtió en un puñito de astillas, él volvió a acercarse y volé una vez más sin proponérmelo. No me defendería, tenía todo el derecho a querer matarme, pero sabía también que se estaba dejando llevar por la ira.
– ¿Cómo hacen eso? –preguntó Jacob, me distraje al verlo y Ted, convirtiendo en cuerda las astillas, me sujetó y acercó a él, pegándome a su pecho; un gruñido resonaba en mi garganta pero ya ninguno se movió.
– ¡Ya basta! –gritó Rose, furiosa y a la vez asustada. La ignoramos, de todas formas ya habíamos acabado.
Ambos sabíamos que estábamos haciendo magia y eso casi supuso un shock. Lo miré a los ojos que aun no perdían el tono carmín y él me soltó. Nuestra furia había desaparecido tan rápido como llegó, por fortuna.
Un vidrio quebrado, el sillón desaparecido, una marca de mi forma y tamaño en la pared y algunos golpes en el suelo fueron el resultado, además de la ira en Rose y una actitud glacial en nuestra familia. Por lo visto, yo ahora sólo servía para causar problemas.
“¿Reparo? –le pregunté.”
“Creo que sí. 1, 2…”
– ¡Reparo! –exclamamos juntos y los daños desaparecieron, quedando todo como si nada hubiera ocurrido.
Me senté en el piso y Ted se llevó una mano a la cabeza, ambos cerramos los ojos: estábamos mentalmente agotados por esos cambios de humor tan violentos. No parecíamos nosotros.
– ¿Qué fue eso? –susurró Alice.
–Magia –Carlisle entendía bastante de lo sucedido –, ¿qué la desencadenó?
–Los métodos de caza de Diana y los celos fundamentados de Ted –respondió Edward, directamente.
Los interrumpió un suave llanto en el piso superior.
– ¡Al!
Debió pasarle algo a mi bebé, según yo, pero cuando lo miré resultó obvio que lo habíamos despertado con los fuertes ruidos y llevaba toda la noche sin su mamá, estaba acostumbrado a estar en mis brazos al dormir; y sabía que algo estaba mal.
–Perdóname, principito… ya no llores.
Pero siguió sollozando hasta que su papá entró a la habitación, preocupado, lo tomó de mis brazos y ahí fue cuando se tranquilizó. Me dejé caer en la cama, aún más frustrada que antes.
–Ahora ni aliviar a nuestro hijo puedo.
–En ocasiones pasa –su tono era tranquilizador.
–Sólo yo soy capaz de arruinar una vida casi perfecta en tan pocas horas.
–Te equivocas –me dijo sentándose a mi lado–. Primero, yo he contribuido en los errores; segundo, casi nunca nos podemos comportar con normalidad y no es completamente nuestra culpa; y tercero, no lo has arruinado, aquí estamos.
Pensándolo bien, tenía razón pero…
–Les debo una explicación y una disculpa a todos.
–Edward les está diciendo lo que nos contaste.
–Y eso no es todo. ¿Qué quieres Al? –llevaba un rato estiraba su brazo abriendo y cerrando la mano hacia mí al tiempo que aferraba la camisa de Ted, haciendo pucheros–. De acuerdo, ya no hagas más así, te ves feo –dije besando su manita. Jaló mis dedos e hizo que pusiera mi mano sobre la de su papá, sonrió viéndolas unidas: eso era lo que quería, a sus padres juntos. Oh.
–Ay hijo, eres único –le dijo Ted. Después él me confesó que cuando Alphonse hacía cosas así estando tan pequeño no podía evitar ponerse nervioso.
En todo caso, el bebé estuvo en mis brazos todo el día mientras contaba a los demás cómo fue mi noche anterior, así que Ted no volvió a atacarme ni con la peor de las partes (donde le mencioné a los súcubus, creyó que había violado al pobre muchacho) ni yo a él y Jasper, aunque estaba algo preocupado, tenía una sonrisa mal disimulada en su rostro, Alice le dio un codazo pero yo sentí cierta complicidad ante esa actitud de él. Lo aliviaba no ser el único con problemas para adaptarse; a mi eso me hundía en depresión.
Cada uno compartió conmigo sus propias historias. La mayoría de ellos había cobrado la vida a varios humanos, siempre mientras fueron vampiros jóvenes, y cada uno por motivos diferentes. Por ejemplo, Rosalie por venganza de aquellos que la ultrajaron siendo aun humana, Edward por querer tomar el papel de justiciero, ya que “podía dejar a los inocentes y perseguir sólo a los malvados”, según sus propias palabras; Emmett porque no pudo controlar su sed un par de ocasiones, y Jasper. Él era quien tenía un “expediente” más extenso, durante varias décadas sobrevivió gracias al sacrificio de varios humanos , hasta que le empezó a desagradar lo que hacía y conoció a Alice, junto a quien llegó hasta los Cullen.
Sus relatos me hicieron sentir un poco menos como una escoria, cargaban con la sombra de un pasado no muy agradable, al igual que yo ahora; escuché atentamente sus consejos. No me juzgaron, me entendían, pero me hicieron pensar muy seriamente en cómo quería llevar el resto de mi vida (la eternidad parecía una nueva carga), y qué ejemplo le quería dar a Al. Lo miré, tan inocente jugando con mi cabello, y traté de imaginarlo cuando fuera mayor y tuviera que poner a prueba su autocontrol, ¿cómo podía guiarlo yo si no podía ni conmigo misma?
Sentí como si el mundo se sujetara con uñas y dientes a mis hombros, finalmente tomé absoluta consciencia de mis responsabilidades. Al tendría que aprender a vivir entre humanos, y lo haría junto a su mamá; mejor empezar desde ya.
– ¿En qué mes estamos? –pregunté a Ted; él había seguido el ritmo de mis pensamientos y se veía algo más alegre.
–Mayo. Falta un mes aun. ¿Segura que es buena idea?
–Claro. En un mes puedo aprender a controlarme lo suficiente. De todas formas debemos preguntarles primero, ¿qué opinas? –una burbuja de optimismo crecía en mi pecho.
–No sé… creo que aun es muy pronto para pedirles venir. Acabas de pasar por un muy mal momento y nada garantiza que no vuelva a suceder. Es muy peligroso que ellos se acerquen; mejor si esperas un poco más.
–Yo creo que entre más tiempo pase lejos de las personas más difícil me resultará habituarme de nuevo. Los extraño mucho, sé que tú también y no dudo que ellos sientan lo mismo; Jo y Vicky deben querer conocer a su ahijado. Por favor, confía en mí…
–Personalmente –intervino Alice con una dulce sonrisa–, creo que podríamos ayudar si nos explican de qué hablan.
–Diana quiere que Harry, Ginny, James, Lily, Albus, Victoire y Johann vengan a visitarnos para las vacaciones dentro de un mes –Ted parecía estar alterándose de nuevo con mi idea, me miraba fijamente.
–Era sólo una sugerencia –susurré, con timidez.
–Esa es toda su familia, ¿verdad?
–Casi. También está Andrómeda, mi abuela, pero es algo mayor para viajar de tan lejos; y la familia de Diana, pero ellos… –no terminó, ahora me miró preocupado por mi posible reacción.
–Tranquilo –le dije con voz monocorde– es justo que les explique eso. Supongo que se habrán preguntado alguna vez por qué no menciono a mi familia. Bueno, ellos están vivos, mis padres, mi hermana, su esposo y mis sobrinos; pero cuando dejé su casa para asistir a Hogwarts, nunca les expliqué la verdadera razón. A decir verdad, creyeron que había sido secuestrada y posiblemente algo peor.
»Años después, cuando terminé el colegio, volví donde ellos. Intentaría explicarles todo, lo mejor posible, pero nunca lo logré porque al llegar a casa, mi madre sufrió un infarto por la impresión y casi muere. Jamás había imaginado que eso fuera a suceder, ya que en los meses anteriores les había escrito y contado muchas cosas de mí, por supuesto mi visita era anunciada.
»Me quedé el tiempo suficiente para observar la recuperación de mi mamá pero no era momento para hablar temas tan delicados con ella, los demás apenas escucharon un poco de mi historia y no creyeron nada. Me juzgaron de insensible, desconsiderada, loca, y varios sinónimos que no repetiré delante de menores –sonreí con amargura viendo a Nessie–, y prácticamente me marché sin ser bienvenida.
»Ocasionalmente, recibo noticias de ellos gracias a una amiga de la familia, a veces logro hablar con mi madre. Incluso, ella me regaló un juego de mesa para la casa de Inglaterra. Creo que en el fondo quería que yo tuviera una familia, porque es para seis personas… En todo caso, es mejor que me mantenga lejos. Me conformo con saber su estado de salud. Ahora estoy considerando enviarles una foto de su nuevo nieto, no creo que se molesten por ello, aunque dudo que lo quieran conocer.
Concluí. Esperaba algún comentario, un ligero movimiento quizá, pero sólo Al hacía pequeños sonidos similares a una canción, jugando con sus dedos. Me aclaré la garganta, algo incómoda.
– ¿Qué opinan de que el resto de la familia venga? Por supuesto que tengo que practicar antes, ¡pero me alegraría que se conozcan! –Silencio–. Sólo si están de acuerdo, no quisiera molestarlos, y ya hacen mucho dejándonos vivir con ustedes… ¡Digan algo, por favor! Me ponen nerviosa.
–Disculpa –contestó Esme con mirada triste –, pero no esperábamos una historia así. ¿Cómo te sientes al hablar de ello?
–No me afecta, es sólo un recuerdo. Fue hace mucho tiempo y ¡tengo una nueva familia! –le dije alegremente. Era cierto, había asumido que era huérfana sentimentalmente hacía años y, aunque no me agradaba hablar del tema, tampoco sufría–. Hablábamos de otra cosa, ¿cierto?
–Sí, bueno. Creo que los dos tienen razón –comentó Carlisle, pensativo–. Sería muy agradable conocer al resto de la familia y estoy seguro de que ninguno de nosotros se sentirá incómodo.
»Por supuesto, hay que invitarlos a todos y debemos ser claros en lo que les explicaremos de la situación en la que se van a encontrar al venir. Y, primero que todo, tienes que empezar desde ya a estar entre otras personas. No se trata únicamente de controlar el instinto, también el comportamiento y los movimientos que hagas. Necesitarás más de un mes, si todo va bien, y luego veremos tu avance. Dependiendo de él les pediremos venir. ¿Te parece?
Lo medité un momento. Sinceramente, no creí que Carlisle ni nadie estuviera de acuerdo; por otro lado, me alegraba muchísimo su opinión, la que sería respetada por todos. Y yo pensaba lo mismo que Ted, necesitaba tiempo para prepararme, pero en verdad quería hacerlo. No viviría siempre oculta en los bosques, como una criatura salvaje.
– ¡Gracias! –respondí, mirando primero a Carlisle y luego a todos. En otro tiempo mi rostro hubiera estado rojo Weasley, sin duda–. Es mucho más de lo que merezco. En verdad, lo siento.
–Para eso es la familia, ¿no crees? –me contestó Alice, sonriendo y como si nada hubiera pasado–. Ahora, vamos arriba.
– ¿Por qué? –le reproché. Al fin me sentía cómoda estando ahí, no quería encerrarme en la habitación.
–Primero, porque ciertos chuchos vienen de visita, y segundo, ¡es que no te has visto! Lastimas mis sentimientos al tratar tu ropa con tan poca consideración –se hizo la ofendida observando mi vestimenta, que aun no me había cambiado. Alzó a mi bebé y con la otra mano me llevó casi a rastras.
–Alice… no quiero… me sentiré como una muñeca otra vez.
–No te quejes, ¡sabes que lo necesitas!
Miré a Jasper, rogándole que la mantuviera ocupada o algo, pero él estaba armando un cuádruple tablero de ajedrez junto a Emmett y Ted. Al les dijo adiós con la mano, la mar de contento. Perdí la batalla en esta ocasión.
Cuando al anochecer Jacob, Seth y Leah llegaron, agradecí a mi loca nueva hermana que nos haya llevado arriba, no saldría del dormitorio hasta que Leah se fuera. Tenía el presentimiento que era mejor alejarla de mi hijo. Suspiré ante la mirada inocente de Al.
– ¿Quieres jugar? Tengo algo para ti –dejé a Alice sumergida en el ropero y saqué de debajo del escritorio una caja que habíamos traído de Inglaterra–. El abuelo Harry nos dio esto cuando supo que ibas a nacer.
Lo senté en la cama y apenas le di la caja, empezó a sacar su contenido: decenas de cubos de madera que cambiaban de color, figuritas de animales que se movían por si solas, una Estela de Fuego en miniatura, un libro de Los Cuentos de Beedle el Bardo, incluso un par de snitches de juguete. Todas esas cosas habían pertenecido a los hijos de Harry y Ginny cuando bebés, fueron sus juguetes favoritos y por supuesto que los cuentos clásicos no podían faltar; el regalo nos lo entregó Ginny ante la noticia de mi embarazo pero como Al desconocía a su abuela no podía hablarle de ella. Aún.
Verlo jugando era muy especial (como todo en él). A los dos meses de nacido parecía un bebé de poco más de cuatro meses; no tenía dientes, ni hablaba y tampoco caminaba, pero su mente era la de un niño mucho mayor, además de que usaba sus manos con una coordinación envidiable. Bueno, la mayoría de las veces. Ahora estaba llorando, porque hizo pedacitos uno de los cubos.
–Éstos son algo frágiles –le dije; creo que él me entendía bastante bien–, y tú eres muy fuerte. Abre tu mano… ten el cubo y cierra tus dedos despacio. Así –puse mi mano en su mejilla sonrosada y le mostré una imagen donde sujetaba la pieza de madera justo como le decía, lo hizo y al cabo de unos minutos tenía construido un castillo miniatura, que le quiso regalar a Nessie.
A ratos, se ponía a aplaudir cuando su tía me pedía modelar alguna prenda especialmente elegante. También yo me reí mucho; Alice me recordaba a Vicky en ciertas cosas. Esperaba poder verla pronto.
Cof, cof.
Acá les presento un poco más a Al, así se enamorarán de él. xD (Solo es un bebé... hum... ¬¬) Bien, bien, bien, yo toy aprendiendo a ser vampira como tiene que ser, quizá eso me ayude con Diana porque llevo una especie de bloqueo del escritor que ha durado más de un mes y no consigo escribir lo que tengo en la cabeza T-T
OK, mucho bla bla bla.
Capítulo 10. Sombras.
Un par de horas después me encontraba frente a la casa de mi familia; la vergüenza y el remordimiento por lo que había hecho finalmente me agobiaban, ¿cómo les daría la cara? Me abracé a un árbol mientras sollozaba; aunque era imposible que lágrimas aparecieran ahora, la culpa era demasiado fuerte.
–No puedo entrar… no puedo… –me repetía, apoyando la espalda al árbol y sujetando mi pecho.
–Tienes que hacerlo.
Salté cuatro metros hacia delante al oír a Ted sobre mi hombro, sus ojos y voz reflejaban la ira que yo tanto temía, Jasper estaba cerca también. Guardé silencio y desplegué mi escudo.
Jass me tomó por el codo guiándome a la mansión, no despegué mi mirada del césped ni del suelo de madera clara cuando entramos; sentía a mi novio respirando en mi nuca y pensé que se controlaba solo gracias a Jasper, porque aún era tan impulsivo como yo.
Nadie dijo nada por un momento pero lo que hice era más que evidente, debido al cambio en mi esencia y el tenue rubor de mi piel. Esme se acercó, puso su índice en mi barbilla y levantó mi rostro mientras yo dirigía mi mirada a cualquier lugar menos a ella; sin saber muy bien por qué, recibí su abrazo maternal y con ello solo sentí un mayor remordimiento.
En contra de mi voluntad, la dejé que se quedara así mientras quiso, al apartarse enfoqué sus ojos y noté su comprensión, mi vergüenza era suya.
–Cuéntanos –pidió Carlisle. Pero yo no tenía ánimo para hablar así que bajé mi escudo y comencé a recordar casi con todo detalle lo sucedido, lanzando primero una fugaz mirada a Edward, la cual fue entendida por todos. Supuse que Ted me escucharía también.
Al llegar a la parte del beso, todos lanzaron distintas exclamaciones al ver cómo Ted me sujetó por el cuello y me estrelló contra una pared, furioso, apretaba tan fuerte que si yo hubiese sido humana me hubiera asfixiado. No pude evitar encolerizarme, por lo que de una certera patada en su pecho lo arrojé al otro lado de la sala. Me asusté, nunca lo había visto tan enojado conmigo, jamás había sido rudo. ¿Yo causé eso?
Gruñendo, intentó sujetarme de nuevo, pero de alguna forma hice que un sillón se interpusiera en su camino, uno que se convirtió en un puñito de astillas, él volvió a acercarse y volé una vez más sin proponérmelo. No me defendería, tenía todo el derecho a querer matarme, pero sabía también que se estaba dejando llevar por la ira.
– ¿Cómo hacen eso? –preguntó Jacob, me distraje al verlo y Ted, convirtiendo en cuerda las astillas, me sujetó y acercó a él, pegándome a su pecho; un gruñido resonaba en mi garganta pero ya ninguno se movió.
– ¡Ya basta! –gritó Rose, furiosa y a la vez asustada. La ignoramos, de todas formas ya habíamos acabado.
Ambos sabíamos que estábamos haciendo magia y eso casi supuso un shock. Lo miré a los ojos que aun no perdían el tono carmín y él me soltó. Nuestra furia había desaparecido tan rápido como llegó, por fortuna.
Un vidrio quebrado, el sillón desaparecido, una marca de mi forma y tamaño en la pared y algunos golpes en el suelo fueron el resultado, además de la ira en Rose y una actitud glacial en nuestra familia. Por lo visto, yo ahora sólo servía para causar problemas.
“¿Reparo? –le pregunté.”
“Creo que sí. 1, 2…”
– ¡Reparo! –exclamamos juntos y los daños desaparecieron, quedando todo como si nada hubiera ocurrido.
Me senté en el piso y Ted se llevó una mano a la cabeza, ambos cerramos los ojos: estábamos mentalmente agotados por esos cambios de humor tan violentos. No parecíamos nosotros.
– ¿Qué fue eso? –susurró Alice.
–Magia –Carlisle entendía bastante de lo sucedido –, ¿qué la desencadenó?
–Los métodos de caza de Diana y los celos fundamentados de Ted –respondió Edward, directamente.
Los interrumpió un suave llanto en el piso superior.
– ¡Al!
Debió pasarle algo a mi bebé, según yo, pero cuando lo miré resultó obvio que lo habíamos despertado con los fuertes ruidos y llevaba toda la noche sin su mamá, estaba acostumbrado a estar en mis brazos al dormir; y sabía que algo estaba mal.
–Perdóname, principito… ya no llores.
Pero siguió sollozando hasta que su papá entró a la habitación, preocupado, lo tomó de mis brazos y ahí fue cuando se tranquilizó. Me dejé caer en la cama, aún más frustrada que antes.
–Ahora ni aliviar a nuestro hijo puedo.
–En ocasiones pasa –su tono era tranquilizador.
–Sólo yo soy capaz de arruinar una vida casi perfecta en tan pocas horas.
–Te equivocas –me dijo sentándose a mi lado–. Primero, yo he contribuido en los errores; segundo, casi nunca nos podemos comportar con normalidad y no es completamente nuestra culpa; y tercero, no lo has arruinado, aquí estamos.
Pensándolo bien, tenía razón pero…
–Les debo una explicación y una disculpa a todos.
–Edward les está diciendo lo que nos contaste.
–Y eso no es todo. ¿Qué quieres Al? –llevaba un rato estiraba su brazo abriendo y cerrando la mano hacia mí al tiempo que aferraba la camisa de Ted, haciendo pucheros–. De acuerdo, ya no hagas más así, te ves feo –dije besando su manita. Jaló mis dedos e hizo que pusiera mi mano sobre la de su papá, sonrió viéndolas unidas: eso era lo que quería, a sus padres juntos. Oh.
–Ay hijo, eres único –le dijo Ted. Después él me confesó que cuando Alphonse hacía cosas así estando tan pequeño no podía evitar ponerse nervioso.
En todo caso, el bebé estuvo en mis brazos todo el día mientras contaba a los demás cómo fue mi noche anterior, así que Ted no volvió a atacarme ni con la peor de las partes (donde le mencioné a los súcubus, creyó que había violado al pobre muchacho) ni yo a él y Jasper, aunque estaba algo preocupado, tenía una sonrisa mal disimulada en su rostro, Alice le dio un codazo pero yo sentí cierta complicidad ante esa actitud de él. Lo aliviaba no ser el único con problemas para adaptarse; a mi eso me hundía en depresión.
Cada uno compartió conmigo sus propias historias. La mayoría de ellos había cobrado la vida a varios humanos, siempre mientras fueron vampiros jóvenes, y cada uno por motivos diferentes. Por ejemplo, Rosalie por venganza de aquellos que la ultrajaron siendo aun humana, Edward por querer tomar el papel de justiciero, ya que “podía dejar a los inocentes y perseguir sólo a los malvados”, según sus propias palabras; Emmett porque no pudo controlar su sed un par de ocasiones, y Jasper. Él era quien tenía un “expediente” más extenso, durante varias décadas sobrevivió gracias al sacrificio de varios humanos , hasta que le empezó a desagradar lo que hacía y conoció a Alice, junto a quien llegó hasta los Cullen.
Sus relatos me hicieron sentir un poco menos como una escoria, cargaban con la sombra de un pasado no muy agradable, al igual que yo ahora; escuché atentamente sus consejos. No me juzgaron, me entendían, pero me hicieron pensar muy seriamente en cómo quería llevar el resto de mi vida (la eternidad parecía una nueva carga), y qué ejemplo le quería dar a Al. Lo miré, tan inocente jugando con mi cabello, y traté de imaginarlo cuando fuera mayor y tuviera que poner a prueba su autocontrol, ¿cómo podía guiarlo yo si no podía ni conmigo misma?
Sentí como si el mundo se sujetara con uñas y dientes a mis hombros, finalmente tomé absoluta consciencia de mis responsabilidades. Al tendría que aprender a vivir entre humanos, y lo haría junto a su mamá; mejor empezar desde ya.
– ¿En qué mes estamos? –pregunté a Ted; él había seguido el ritmo de mis pensamientos y se veía algo más alegre.
–Mayo. Falta un mes aun. ¿Segura que es buena idea?
–Claro. En un mes puedo aprender a controlarme lo suficiente. De todas formas debemos preguntarles primero, ¿qué opinas? –una burbuja de optimismo crecía en mi pecho.
–No sé… creo que aun es muy pronto para pedirles venir. Acabas de pasar por un muy mal momento y nada garantiza que no vuelva a suceder. Es muy peligroso que ellos se acerquen; mejor si esperas un poco más.
–Yo creo que entre más tiempo pase lejos de las personas más difícil me resultará habituarme de nuevo. Los extraño mucho, sé que tú también y no dudo que ellos sientan lo mismo; Jo y Vicky deben querer conocer a su ahijado. Por favor, confía en mí…
–Personalmente –intervino Alice con una dulce sonrisa–, creo que podríamos ayudar si nos explican de qué hablan.
–Diana quiere que Harry, Ginny, James, Lily, Albus, Victoire y Johann vengan a visitarnos para las vacaciones dentro de un mes –Ted parecía estar alterándose de nuevo con mi idea, me miraba fijamente.
–Era sólo una sugerencia –susurré, con timidez.
–Esa es toda su familia, ¿verdad?
–Casi. También está Andrómeda, mi abuela, pero es algo mayor para viajar de tan lejos; y la familia de Diana, pero ellos… –no terminó, ahora me miró preocupado por mi posible reacción.
–Tranquilo –le dije con voz monocorde– es justo que les explique eso. Supongo que se habrán preguntado alguna vez por qué no menciono a mi familia. Bueno, ellos están vivos, mis padres, mi hermana, su esposo y mis sobrinos; pero cuando dejé su casa para asistir a Hogwarts, nunca les expliqué la verdadera razón. A decir verdad, creyeron que había sido secuestrada y posiblemente algo peor.
»Años después, cuando terminé el colegio, volví donde ellos. Intentaría explicarles todo, lo mejor posible, pero nunca lo logré porque al llegar a casa, mi madre sufrió un infarto por la impresión y casi muere. Jamás había imaginado que eso fuera a suceder, ya que en los meses anteriores les había escrito y contado muchas cosas de mí, por supuesto mi visita era anunciada.
»Me quedé el tiempo suficiente para observar la recuperación de mi mamá pero no era momento para hablar temas tan delicados con ella, los demás apenas escucharon un poco de mi historia y no creyeron nada. Me juzgaron de insensible, desconsiderada, loca, y varios sinónimos que no repetiré delante de menores –sonreí con amargura viendo a Nessie–, y prácticamente me marché sin ser bienvenida.
»Ocasionalmente, recibo noticias de ellos gracias a una amiga de la familia, a veces logro hablar con mi madre. Incluso, ella me regaló un juego de mesa para la casa de Inglaterra. Creo que en el fondo quería que yo tuviera una familia, porque es para seis personas… En todo caso, es mejor que me mantenga lejos. Me conformo con saber su estado de salud. Ahora estoy considerando enviarles una foto de su nuevo nieto, no creo que se molesten por ello, aunque dudo que lo quieran conocer.
Concluí. Esperaba algún comentario, un ligero movimiento quizá, pero sólo Al hacía pequeños sonidos similares a una canción, jugando con sus dedos. Me aclaré la garganta, algo incómoda.
– ¿Qué opinan de que el resto de la familia venga? Por supuesto que tengo que practicar antes, ¡pero me alegraría que se conozcan! –Silencio–. Sólo si están de acuerdo, no quisiera molestarlos, y ya hacen mucho dejándonos vivir con ustedes… ¡Digan algo, por favor! Me ponen nerviosa.
–Disculpa –contestó Esme con mirada triste –, pero no esperábamos una historia así. ¿Cómo te sientes al hablar de ello?
–No me afecta, es sólo un recuerdo. Fue hace mucho tiempo y ¡tengo una nueva familia! –le dije alegremente. Era cierto, había asumido que era huérfana sentimentalmente hacía años y, aunque no me agradaba hablar del tema, tampoco sufría–. Hablábamos de otra cosa, ¿cierto?
–Sí, bueno. Creo que los dos tienen razón –comentó Carlisle, pensativo–. Sería muy agradable conocer al resto de la familia y estoy seguro de que ninguno de nosotros se sentirá incómodo.
»Por supuesto, hay que invitarlos a todos y debemos ser claros en lo que les explicaremos de la situación en la que se van a encontrar al venir. Y, primero que todo, tienes que empezar desde ya a estar entre otras personas. No se trata únicamente de controlar el instinto, también el comportamiento y los movimientos que hagas. Necesitarás más de un mes, si todo va bien, y luego veremos tu avance. Dependiendo de él les pediremos venir. ¿Te parece?
Lo medité un momento. Sinceramente, no creí que Carlisle ni nadie estuviera de acuerdo; por otro lado, me alegraba muchísimo su opinión, la que sería respetada por todos. Y yo pensaba lo mismo que Ted, necesitaba tiempo para prepararme, pero en verdad quería hacerlo. No viviría siempre oculta en los bosques, como una criatura salvaje.
– ¡Gracias! –respondí, mirando primero a Carlisle y luego a todos. En otro tiempo mi rostro hubiera estado rojo Weasley, sin duda–. Es mucho más de lo que merezco. En verdad, lo siento.
–Para eso es la familia, ¿no crees? –me contestó Alice, sonriendo y como si nada hubiera pasado–. Ahora, vamos arriba.
– ¿Por qué? –le reproché. Al fin me sentía cómoda estando ahí, no quería encerrarme en la habitación.
–Primero, porque ciertos chuchos vienen de visita, y segundo, ¡es que no te has visto! Lastimas mis sentimientos al tratar tu ropa con tan poca consideración –se hizo la ofendida observando mi vestimenta, que aun no me había cambiado. Alzó a mi bebé y con la otra mano me llevó casi a rastras.
–Alice… no quiero… me sentiré como una muñeca otra vez.
–No te quejes, ¡sabes que lo necesitas!
Miré a Jasper, rogándole que la mantuviera ocupada o algo, pero él estaba armando un cuádruple tablero de ajedrez junto a Emmett y Ted. Al les dijo adiós con la mano, la mar de contento. Perdí la batalla en esta ocasión.
Cuando al anochecer Jacob, Seth y Leah llegaron, agradecí a mi loca nueva hermana que nos haya llevado arriba, no saldría del dormitorio hasta que Leah se fuera. Tenía el presentimiento que era mejor alejarla de mi hijo. Suspiré ante la mirada inocente de Al.
– ¿Quieres jugar? Tengo algo para ti –dejé a Alice sumergida en el ropero y saqué de debajo del escritorio una caja que habíamos traído de Inglaterra–. El abuelo Harry nos dio esto cuando supo que ibas a nacer.
Lo senté en la cama y apenas le di la caja, empezó a sacar su contenido: decenas de cubos de madera que cambiaban de color, figuritas de animales que se movían por si solas, una Estela de Fuego en miniatura, un libro de Los Cuentos de Beedle el Bardo, incluso un par de snitches de juguete. Todas esas cosas habían pertenecido a los hijos de Harry y Ginny cuando bebés, fueron sus juguetes favoritos y por supuesto que los cuentos clásicos no podían faltar; el regalo nos lo entregó Ginny ante la noticia de mi embarazo pero como Al desconocía a su abuela no podía hablarle de ella. Aún.
Verlo jugando era muy especial (como todo en él). A los dos meses de nacido parecía un bebé de poco más de cuatro meses; no tenía dientes, ni hablaba y tampoco caminaba, pero su mente era la de un niño mucho mayor, además de que usaba sus manos con una coordinación envidiable. Bueno, la mayoría de las veces. Ahora estaba llorando, porque hizo pedacitos uno de los cubos.
–Éstos son algo frágiles –le dije; creo que él me entendía bastante bien–, y tú eres muy fuerte. Abre tu mano… ten el cubo y cierra tus dedos despacio. Así –puse mi mano en su mejilla sonrosada y le mostré una imagen donde sujetaba la pieza de madera justo como le decía, lo hizo y al cabo de unos minutos tenía construido un castillo miniatura, que le quiso regalar a Nessie.
A ratos, se ponía a aplaudir cuando su tía me pedía modelar alguna prenda especialmente elegante. También yo me reí mucho; Alice me recordaba a Vicky en ciertas cosas. Esperaba poder verla pronto.
Cof, cof.
Disumo- Vampiro
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Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
"Acá les presento un poco más a Al, así se enamorarán de él. xD "
Ahii me mataste esq puuuf XD en fin.. tendre que dejar de tener tanta imaginacion...
ME ENCANTO otra vez y si si, tu postea mas rapido jejeje que asi no me entra tanto mono xD
me encanta leer tu historiaa
Ahii me mataste esq puuuf XD en fin.. tendre que dejar de tener tanta imaginacion...
ME ENCANTO otra vez y si si, tu postea mas rapido jejeje que asi no me entra tanto mono xD
me encanta leer tu historiaa
Bea_J- Vampiro padawan
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Fecha de inscripción : 07/02/2009
Edad : 30
Localización : En el paraiso comiendome un melocotón
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Bueno, piensa que se llama Teddy también (ése es su segundo nombre aunque NUNCA lo he dicho, eres la privilegiada a quien se lo digo primero) ya que no te gusta para nada su primer nombre. ^^
Y creéme, si pudiera publicaría más seguido pero no puedo hacerlo porque como ya escribí estoy copn un bloqueop del escritor horrible.
La única opción es que divida los capítulos y publico uno solo a lo largo de la semana, dividido. No sé, ustedes dirán.
Y creéme, si pudiera publicaría más seguido pero no puedo hacerlo porque como ya escribí estoy copn un bloqueop del escritor horrible.
La única opción es que divida los capítulos y publico uno solo a lo largo de la semana, dividido. No sé, ustedes dirán.
Disumo- Vampiro
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Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Bea_J escribió:"Acá les presento un poco más a Al, así se enamorarán de él. xD "
Ahii me mataste
Cof, cof E-jem
Cuando al anochecer Jacob, Seth y Leah llegaron, agradecí a mi loca nueva hermana que nos haya llevado arriba, no saldría del dormitorio hasta que Leah se fuera. Tenía el presentimiento que era mejor alejarla de mi hijo.
Gooooood, ¿planeas imprimarla de Al?
Te querría mucho
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Akatsuki. escribió:Gooooood, ¿planeas imprimarla de Al?Cuando al anochecer Jacob, Seth y Leah llegaron, agradecí a mi loca nueva hermana que nos haya llevado arriba, no saldría del dormitorio hasta que Leah se fuera. Tenía el presentimiento que era mejor alejarla de mi hijo.
Te querría mucho
Cof, cof, cof, cof!!!!!!!!
Dije que amo a Leah verdad? xD
Cof...
Disumo- Vampiro
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Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Bien, pensé "Dónde celebraré mi post número 500?" y me dije "En el fic! " así que: este mi post
(gracias Alba por ayudarme )
Capítulo 11. ¿Por qué los chuchos no pueden aprender a comportarse?
– ¡Emmett, suéltame! –gritaba Ted muy molesto.
–No hasta que no la escuches.
– ¡No tengo nada que escuchar!
–Por favor, Ted. Es importante –Leah hablaba con timidez tras la espalda de Jacob.
–Te advertimos que estuvieras lejos, loba –nunca había hablado con tanta ira, hacía rato me hubiera lanzado contra ella pero Edward me mantenía sujeta.
–No pude evitarlo, es algo que no puedo controlar… sólo sucedió.
–Leah tiene razón –dijo Jacob–. Así sucede esto, ella jamás lo planeó.
– ¡Pero lo está haciendo de todas maneras! Se lo advertimos y LO HIZO.
–No quiero hacerle ningún daño, ustedes lo saben. Lo veo como mi hermano.
– ¡Tú único hermano es Seth! Él no es nada tuyo –Leah logró sacarnos de las casillas a Ted y a mí, cosa que no había sucedido desde mi expedición de caza humana, varias semanas atrás. Finalmente, Ted logró soltarse de los brazos de Emmett y se lanzó directo contra Jacob; al ver que finalmente podría alcanzar a Leah sin su gigantesco perro guardián, me liberé también. La fuerza con que le impacté, hizo que ella quedara tumbada en el suelo.
–Te atreves a hablarle o tocar a mi hijo y desearás no haber nacido…
–Pero yo sólo…
– ¿Me has entendido?
– Que yo…
– ¿Entiendes? –mi voz se había vuelto un gélido susurro, bastante amenazador. No encajaba con mi apariencia pero la inspiración para asustarla no me faltaba en ese momento.
Asintió rápidamente. Conforme, me incorporé viendo como Ted, quien ya había soltado a Jacob, tomaba a Al de brazos de Rosalie. El pequeño nos miraba sorprendido, nunca había visto a sus padres tan molestos, y aún no entendía muy bien la razón.
–Hay una explicación para todo esto, ¿saben? –insistió Jacob.
Le envié mi mejor mirada asesina y, a la vez, Ted gruñó. Qué terco era.
–No es el mejor momento. Es algo que se tiene que conversar con calma, lo sabes bien, así que no insistas –Bella dijo esto con tanta despreocupación que resultó obvio que, aún cuatro años después, no lo perdonaba por imprimarse a su hija.
–Gracias –le respondimos.
–Disculpen –tomé de la mano a mi novio y rodeamos la casa, cruzamos el río, y nos sentamos al otro lado; era necesario un espacio para calmar los ánimos. Me alegraba de que mi autocontrol estuviera mejorando tanto, sino quién sabe lo que le hubiera hecho a la loba ésa.
Al se puso a dar pequeños pasos frente a nosotros, sujeto a la mano de su papá, y nos miraba confundido a veces. No hablábamos, sólo veíamos a nuestro pequeño y escuchábamos el río.
Suspiré y me recosté a su hombro. No aceptaríamos con facilidad que Leah se imprimara de Al, no porque fuera una licántropa, sino porque él era apenas un bebé que de amor apenas conocía el de la familia, nada de novias. La sola idea me resultaba sombría. Ted, por otra parte, tomó mi mano izquierda y la volteó para ver una vez más el anillo de compromiso que me había entregado días atrás. Me sonrió y lo besé en la mejilla, ¡vaya forma de animarnos se le ocurrió! Recordé como fue el momento.
–Ponte este vestido celeste –me pedía Alice.
–Es demasiado elegante para estar en casa, mejor este otro.
– ¿Me vas a decir que no te gusta? –me miró, sabiendo que me encantaba esa prenda–. Además, a Ted le fascina verte con ese color.
– ¡Alice! –agaché mi rostro, un poco avergonzada–, es cierto pero ¡él ni siquiera está! Volverá hasta la noche.
– ¿Y qué? Obviamente lo esperarás. Tienes que verte atractiva.
Solté un bufido.
–Eso no es difícil, no cuando la naturaleza te hace verte así todo el tiempo…
– ¿Quieres ponerte el vestido de una buena vez? Confía en mí –y no tuve tiempo de protestar porque ya lo estaba pasando por mi cabeza.
–De acuerdo, ya entendí. Pero ¡ten cuidado! Si lo rasgas no te perdono.
Una vez que terminamos conmigo, fue el turno de Al. Su tía le puso un traje de etiqueta hecho a su medida, pero en cuanto terminó, él empezó a deshacer el moño, provocando molestia en ella y una carcajada en mí. Evidentemente, era mi hijo.
Estábamos solas, los demás se habían ido en excursión de caza, Jasper y Ted habían salido no sabía dónde a hacer no sabía qué. Desde que Al nació, yo compartía las tareas de Alice, básicamente atender las flores de la casa y ayudar en el diseño de la costura; ése día era el turno de cambiar las rosas por calas. Cuando venía de la cocina con dos jarrones llenos entraron ellos, ambos muy galantes, pero podía sentir tan claramente el nerviosismo de Ted que esperé algo malo. Me quedé donde estaba mirándolos, hasta que Alice me quitó ambos floreros. Parpadeé.
– ¿Cómo fue el día? –costó que me salieran esas palabras pero, al ser tan poco concretas, podían tener muchas respuestas y me interesaban todas.
Jasper miró a Ted, que seguía sin despegar los labios, le dio una palmada en la espalda y le infundió ánimos. OK, me estaba poniendo recelosa. Primero, Alice nos vestía elegantemente (más de lo usual); segundo, toda nuestra familia se había ido “casualmente” de camping; tercero, ambos chicos habían desaparecido y ahora regresaban y no decían nada. Demasiadas coincidencias. Crucé los brazos y arqueé una ceja, practicando mi comportamiento humano.
–Ya, díganme, ¿qué están planeando?
–Ehm, compré algunas cosas para Al, están en el auto. ¿Te molestaría que lo lleve a verlas?
–Claro que no Jass, llévalo –“¿no se le ocurrió una excusa menos obvia?”
Lo levantó del sillón donde se empezaba a quedar dormido y llamó a Alice, quedándonos Ted y yo solos por primera vez en demasiado tiempo. Fingí estar molesta.
–Planeaste todo esto.
Me sonrió angelicalmente.
– ¿Cómo lo lograste?
–Supongo que con el “encanto Ted” –bromeó.
–Ah, ¿cómo no se me ocurrió? –lo abracé–. Creo que nadie puede resistirse a él. Y tu hijo lo heredó ¿sabes?
Volvió a reír pero luego se puso serio. Mientras acariciaba mi cabello con una mano, hizo un movimiento con la otra y apareció un ramo de girasoles; lo tomé. Siempre serían mi flor favorita. Noté que una estaba cerrada y tiré de los pétalos con curiosidad. Un hada estaba sentada en el centro, con una bolsita de tela y una tarjeta en miniatura, se elevó con sus finas alas y, sonriendo encantadoramente, abrió la tarjeta para que la leyera.
¿Compartirías tu amor conmigo por siempre?
Abrí los ojos con sorpresa; ella depositó la tarjeta en el girasol y me extendió la bolsita. Cuando estuvo en mi mano, jaló el lazo que la cerraba y pude ver un delicado anillo de oro blanco. Miré a Ted, quien conteniendo la respiración, puso su palma sobre la mía, dejando la argolla en medio, esperando.
Observé al hada y, en su lenguaje original, le pedí que escribiera mi respuesta; asintió y con su propia magia hizo que una palabra apareciera en el aire:
Infinitamente.
Dejando las flores en donde fuera, me lancé sobre él para besarlo; fui correspondida con tanta pasión y felicidad que comprendí todo su cuidado en deshacerse temporalmente de todos.
–Por un momento creí que te ibas a negar –susurró.
–Ay, ¿cómo se te ocurrió que podría negarme? –esas palabras me hirieron un poco–. Con todo lo que hemos vivido juntos, creí que sabías que no puedo separarme de ti, negarte es imposible, yo te amo. ¡Y tenemos un hijo! ¿Cómo pudo pasar por tu…?
Sus labios no me dejaron seguir.
–Lo sé, lo siento. Pero necesité mucho valor para pedírtelo –hablaba a dos milímetros de mi rostro, manteniéndome casi fundida a él con sus manos en mi cintura–. Justo por todo lo que acabas de decir, tampoco soportaría estar lejos de ti.
Olvidé la tristeza de unos minutos antes, sonreí fugazmente y lo volví a besar. La sensación era casi nueva, hacía poco menos de un año que no nos besábamos de esa manera, él ya no temía lastimarme, ni debíamos ser silenciosos y discretos por respeto a la familia; de nuevo éramos sólo Ted y yo. Ambos pensamos eso mismo, me sonrió con picardía y yo lo miré lascivamente. En minutos, nuestras vestimentas quedaron olvidadas donde caían, un simple “Nox” apagó todas las luces y nos dedicamos a amarnos en los sillones, el suelo, el despacho de Carlisle, el pasillo, nuestra habitación…
Recordaba con énfasis cada detalle de esos momentos tan perfectos y excitantes cuando di un salto al escuchar a Al.
– ¡Nessie! –gritó, volviéndome al presente; la chica había aparecido al otro lado del río, tenía pinta de llevar un rato ahí, pero ni Ted ni yo la habíamos notado.
Parpadeé tratando de ubicarme en el momento y el espacio, miré a Ted e imaginé que mi expresión era la misma que tenía él, la boca ligeramente abierta, una sonrisa enigmática y… bueno, eso era algo que yo no podía tener, parecía que su pantalón le empezaba a apretar en cierta zona.
–Hola pequeño –Nessie acababa de llegar a nuestro lado y tenía alzado a Al–. ¿Los molesto?
Inhalé y exhalé con calma. Negué con la cabeza.
Se sentó a mi derecha, miró de reojo a Ted que aun no reaccionaba y se concentró en su primo. Le sonreí a mi prometido, dándole unas palmaditas en la rodilla y, finalmente salió de su universo alternativo.
“Eso te pasa por estar escuchando mi mente siempre”. No se lo reprochaba pero el pobre tenía una expresión de frustración muy intensa.
“Eso me pasa por ser tú tan provocativa. No deberías jugar a la Slytherin delante de un Gryffindor”. Me hizo reír con ese dicho que tenía años de no usar; si, esa casa tenía cierta fama que nunca se perdería.
“Podría ser una leona con ciertas ventajas de las serpientes, ¿no crees?” de nuevo el ritmo de mis pensamientos era pícaro.
–No es tan terrible, ¿saben? –volteamos, confundidos por el súbito comentario; pero Nessie continuaba con la vista fija en Al–. Casi desde el primer momento le tomé cariño a Jake, recuerdo que para mí era mi hermano mayor, mi mejor amigo, con quien jugaba y que a la vez me protegía –en la pausa que hizo, entendí que nos daba su opinión sobre la situación con Leah–. Fue hasta hace poco que empezamos a vernos de forma distinta, él me gusta mucho… saben a lo que me refiero. Pero nunca ha causado problemas, siempre me ha respetado y cuidado, hace todo por mí, incluso a arriesgado su vida.
Miré sus mejillas que se habían puesto rojas como el tomate al hablar de Jacob. ¡Se veía tan graciosa! Pero, ¿por qué nos decía eso?
–Sí, Edward nos contó –le dijo Ted.
–Entonces saben que no miento. No es malo lo que les sucede a los que son como Jake, incluso a Leah. Ella ha estado muy sola, creyó que nunca encontraría a un compañero, a quien amar, y ahora nació Al y se convirtió en su universo.
–Nessie, no pensamos que esté mal lo que sucede. El problema es que le pedimos que esperara a que el bebé creciera, a cuando tenga la madurez suficiente para decidir si la quiere igual que ella a él, y no lo hizo. Más bien buscó la forma de apresurarlo.
–Es que sufre al estar lejos de Al. Es como si yo me lo llevara lejos de ustedes, es impensable, ¿verdad?
–Dime, ¿tú mamá alguna vez te ha comentado lo que siente hacia Jacob? –al verla abrir la boca para decir algo, la atajé–. No, espera, ¿te ha dicho todo lo que sintió al enterarse de que él se imprimó contigo?
Agachó la cabeza al pensar en mis preguntas. Parecía triste.
–Imagino que, como a mí, le hubiese gustado darte la oportunidad de escoger.
– ¡Yo siempre he podido escoger! Mi Jake no me ha obligado nunca ha quererlo…
–Mira, Nessie –Ted no la dejó seguir porque ese tema no era para discutir nosotros con ella, aunque era muy madura, no era madre, y eran Edward y Bella a quienes les contaba cosas respecto a su novio–, no nos referimos a que te obliguen o no, sabemos que nadie lo hace. Lo que creemos es que Al tiene derecho a opinar sobre todo esto, pero aún no puede porque está muy pequeño. ¿No te parece?
Eso la tranquilizó un poco, sin duda no era la primera vez que alguien le decía eso. A sus recuerdos llegó Billy, el padre de Jacob, en la ocasión donde le explicaba algunos casos de ese tipo que se dieron en la reserva generaciones atrás.
–Tienen razón –nos respondió–. Pero es mejor que hablen con Leah. Por favor.
–Lo haremos; pero en su momento. Gracias por preocuparte –le dije con sinceridad.
Volvió a animarse, dudó unos segundos y nos preguntó si podía llevar a Al de visita donde Charlie. Con la condición de que Bella lo cuidara de que no mordiera a nadie, la dejamos llevarlo.
–Bueno, ¿hoy también practicaré?
Ted meditó un momento.
–Si.
Su respuesta no me pareció muy segura, fue muy simple.
–Si… ¿Pero?
–Pensaba aprovechar el tiempo en otras cosas, ya sabes –se acercó y besó el lóbulo de mi oreja.
–Oh. Cielo, no me pongas esas tentaciones. Por favor.
Sus besos bajaron a mi cuello, haciendo que me mordiera el labio, pero no moví mis manos. Tenía muy en claro lo que quería hacer en ese momento. Me miró fijamente un minuto y pareció darse por vencido. Estuve a punto de pedirle que siguiera pero no, yo misma debía cumplir mis prioridades.
–En verdad deseas estar lista para que ellos vengan, ¿verdad?
Asentí con la cabeza, un poco insegura aun, pero él no me la puso más difícil ya que volvió al tema de mi práctica.
–De acuerdo. Creo que estás lista para mezclarte con la gente del pueblo. ¿Qué dices?
–Perfecto –ahora si estaba completamente insegura.
Mientras él preguntaba a los demás cuál auto nos prestaban ese día, yo me quedé en el garaje. Luego de un mes de práctica, finalmente estaría rodeada de personas. Hasta el momento, lo más cerca que había estado era en una casa cuyos habitantes habían salido en una tarde, el olor era tan fuerte como si ellos no se hubieran ido y tuve que morderme el puño mientras me calmaba, pero ya era capaz de mantenerme quieta a pesar de la sed. Ni siquiera quería atacar a nadie.
Cada sesión de prueba se extendía por cuatro o cinco horas y, las primeras veces que estuve a unos cercanos cincuenta metros de varias personas, Ted me mantenía pegada a su pecho, donde hundía mi rostro, mientras trataba de contagiarme su calma, y al terminar íbamos de caza por varias horas más.
Habíamos ingerido tanta sangre animal que a los cinco meses de haber sido transformados, los ojos de Ted empezaban a verse menos rojos y los míos ya no eran de un naranja casi marrón sino un naranja claro. Faltaba mucho para que llegaran al dorado que tenían todos los Cullen, pero íbamos por buen camino. Como esos tonos no eran muy apropiados para mezclarnos con muggles comunes y corrientes, ambos tratamos varias veces de cambiarlos a un color normal, fuera café o el que funcionara mejor pero descubrimos que aunque podíamos seguir haciendo magia, ésta ya no funcionaba en nosotros. Ted se relajó un poco al comprender la causa de que ya no pudiera cambiar su apariencia a su antojo.
En la última semana, yo había logrado mantenerme quieta y casi tranquila sin que Ted tuviera que hacer los típicos esfuerzos que yo necesitaba. Al también había participado, le resultaba menos tortuoso que a mí pero a veces se ponía tan sediento que cuando le iba a dar pecho me mordía y me dejaba escociendo la pequeña herida hasta que sanaba. Si, increíble que además de empezar a caminar y hablar (su primera palabra fue “Ness”, cosa que hizo que Renesmee se sintiera en una nube durante varios días), tenía sus primeros dientes y resultó que era tan venenoso como yo. Por eso me preocupaba que ella lo llevara donde su abuelo; aunque Bella lo cuidaría muy bien.
– Adivina cuál auto nos prestan –me dijo Ted, sonriente–. El nuevo Volvo de Edward. Nada mal, ¿eh? Aunque Jasper me ofreció su moto, no la acepté esta vez porque me parece ilógico que algún humano usara una con esta lluvia casi torrencial.
–Tienes razón. ¿Y a qué parte iremos?
–Al supermercado, la mayoría del tiempo hay mucha gente.
No se equivocaba, por ser fin de semana, muchas familias llevaban a sus hijos para comprarles golosinas de todo tipo. Al ver los simples chocolates y paletas que comían los niños, Ted soltó un bufido; lo miré, entonces susurró:
–No tienen idea de lo que es bueno, ya quisiera verlos en Honeydukes. De seguro nunca volverían a probar esos que llevan.
– ¿Crees que los chicos nos puedan traer unos? –le respondí en susurros también, no era muy conveniente que alguien oyera sobre magia o vampiros. Nos echarían a una hoguera o algo así, si pudieran.
–Ya no te van a gustar, dudo siquiera que las Chupetas con sabor a sangre sepan bien.
– ¡No los quiero para mí! Sino para Al, Nessie y Jacob. Estoy casi segura que les van a encantar.
– ¿Al? –me miró con extrañeza. Rodé mis ojos.
–Anda, cariño, no pensarás que lo alimentaré eternamente. Es lo suficientemente humano para ingerir algo más que sangre. De hecho, debería prepararle comida normal para acostumbrarlo.
–Mmm, probablemente. Puedes pedirles que compren algunas cosas, aún no se van a venir de Hogwarts. Aunque ya casi.
La práctica de ese día fue todo un éxito, no pensé en la sed que me cerraba la garganta, y conversamos tranquilamente la mayoría del tiempo, compramos ropa y juguetes para nuestro hijo. Incluso, secretamente pensé en pedirle a Harry que comprara un regalo para Ted antes de venir, ya que no celebramos su vigésimo cumpleaños el abril pasado. La verdad, hasta él parecía haberlo olvidado por culpa de tantas cosas extrañas que nos habían ocurrido. Me pregunté si Alice le haría una fiesta cuando se lo contara… seguro que sí.
Pero horas más tarde, cuando llegamos a la casa, nos encontramos con algo que nos borró todo de la mente a ambos. ¿Cómo es que algo así ocurrió?
(gracias Alba por ayudarme )
Capítulo 11. ¿Por qué los chuchos no pueden aprender a comportarse?
– ¡Emmett, suéltame! –gritaba Ted muy molesto.
–No hasta que no la escuches.
– ¡No tengo nada que escuchar!
–Por favor, Ted. Es importante –Leah hablaba con timidez tras la espalda de Jacob.
–Te advertimos que estuvieras lejos, loba –nunca había hablado con tanta ira, hacía rato me hubiera lanzado contra ella pero Edward me mantenía sujeta.
–No pude evitarlo, es algo que no puedo controlar… sólo sucedió.
–Leah tiene razón –dijo Jacob–. Así sucede esto, ella jamás lo planeó.
– ¡Pero lo está haciendo de todas maneras! Se lo advertimos y LO HIZO.
–No quiero hacerle ningún daño, ustedes lo saben. Lo veo como mi hermano.
– ¡Tú único hermano es Seth! Él no es nada tuyo –Leah logró sacarnos de las casillas a Ted y a mí, cosa que no había sucedido desde mi expedición de caza humana, varias semanas atrás. Finalmente, Ted logró soltarse de los brazos de Emmett y se lanzó directo contra Jacob; al ver que finalmente podría alcanzar a Leah sin su gigantesco perro guardián, me liberé también. La fuerza con que le impacté, hizo que ella quedara tumbada en el suelo.
–Te atreves a hablarle o tocar a mi hijo y desearás no haber nacido…
–Pero yo sólo…
– ¿Me has entendido?
– Que yo…
– ¿Entiendes? –mi voz se había vuelto un gélido susurro, bastante amenazador. No encajaba con mi apariencia pero la inspiración para asustarla no me faltaba en ese momento.
Asintió rápidamente. Conforme, me incorporé viendo como Ted, quien ya había soltado a Jacob, tomaba a Al de brazos de Rosalie. El pequeño nos miraba sorprendido, nunca había visto a sus padres tan molestos, y aún no entendía muy bien la razón.
–Hay una explicación para todo esto, ¿saben? –insistió Jacob.
Le envié mi mejor mirada asesina y, a la vez, Ted gruñó. Qué terco era.
–No es el mejor momento. Es algo que se tiene que conversar con calma, lo sabes bien, así que no insistas –Bella dijo esto con tanta despreocupación que resultó obvio que, aún cuatro años después, no lo perdonaba por imprimarse a su hija.
–Gracias –le respondimos.
–Disculpen –tomé de la mano a mi novio y rodeamos la casa, cruzamos el río, y nos sentamos al otro lado; era necesario un espacio para calmar los ánimos. Me alegraba de que mi autocontrol estuviera mejorando tanto, sino quién sabe lo que le hubiera hecho a la loba ésa.
Al se puso a dar pequeños pasos frente a nosotros, sujeto a la mano de su papá, y nos miraba confundido a veces. No hablábamos, sólo veíamos a nuestro pequeño y escuchábamos el río.
Suspiré y me recosté a su hombro. No aceptaríamos con facilidad que Leah se imprimara de Al, no porque fuera una licántropa, sino porque él era apenas un bebé que de amor apenas conocía el de la familia, nada de novias. La sola idea me resultaba sombría. Ted, por otra parte, tomó mi mano izquierda y la volteó para ver una vez más el anillo de compromiso que me había entregado días atrás. Me sonrió y lo besé en la mejilla, ¡vaya forma de animarnos se le ocurrió! Recordé como fue el momento.
–Ponte este vestido celeste –me pedía Alice.
–Es demasiado elegante para estar en casa, mejor este otro.
– ¿Me vas a decir que no te gusta? –me miró, sabiendo que me encantaba esa prenda–. Además, a Ted le fascina verte con ese color.
– ¡Alice! –agaché mi rostro, un poco avergonzada–, es cierto pero ¡él ni siquiera está! Volverá hasta la noche.
– ¿Y qué? Obviamente lo esperarás. Tienes que verte atractiva.
Solté un bufido.
–Eso no es difícil, no cuando la naturaleza te hace verte así todo el tiempo…
– ¿Quieres ponerte el vestido de una buena vez? Confía en mí –y no tuve tiempo de protestar porque ya lo estaba pasando por mi cabeza.
–De acuerdo, ya entendí. Pero ¡ten cuidado! Si lo rasgas no te perdono.
Una vez que terminamos conmigo, fue el turno de Al. Su tía le puso un traje de etiqueta hecho a su medida, pero en cuanto terminó, él empezó a deshacer el moño, provocando molestia en ella y una carcajada en mí. Evidentemente, era mi hijo.
Estábamos solas, los demás se habían ido en excursión de caza, Jasper y Ted habían salido no sabía dónde a hacer no sabía qué. Desde que Al nació, yo compartía las tareas de Alice, básicamente atender las flores de la casa y ayudar en el diseño de la costura; ése día era el turno de cambiar las rosas por calas. Cuando venía de la cocina con dos jarrones llenos entraron ellos, ambos muy galantes, pero podía sentir tan claramente el nerviosismo de Ted que esperé algo malo. Me quedé donde estaba mirándolos, hasta que Alice me quitó ambos floreros. Parpadeé.
– ¿Cómo fue el día? –costó que me salieran esas palabras pero, al ser tan poco concretas, podían tener muchas respuestas y me interesaban todas.
Jasper miró a Ted, que seguía sin despegar los labios, le dio una palmada en la espalda y le infundió ánimos. OK, me estaba poniendo recelosa. Primero, Alice nos vestía elegantemente (más de lo usual); segundo, toda nuestra familia se había ido “casualmente” de camping; tercero, ambos chicos habían desaparecido y ahora regresaban y no decían nada. Demasiadas coincidencias. Crucé los brazos y arqueé una ceja, practicando mi comportamiento humano.
–Ya, díganme, ¿qué están planeando?
–Ehm, compré algunas cosas para Al, están en el auto. ¿Te molestaría que lo lleve a verlas?
–Claro que no Jass, llévalo –“¿no se le ocurrió una excusa menos obvia?”
Lo levantó del sillón donde se empezaba a quedar dormido y llamó a Alice, quedándonos Ted y yo solos por primera vez en demasiado tiempo. Fingí estar molesta.
–Planeaste todo esto.
Me sonrió angelicalmente.
– ¿Cómo lo lograste?
–Supongo que con el “encanto Ted” –bromeó.
–Ah, ¿cómo no se me ocurrió? –lo abracé–. Creo que nadie puede resistirse a él. Y tu hijo lo heredó ¿sabes?
Volvió a reír pero luego se puso serio. Mientras acariciaba mi cabello con una mano, hizo un movimiento con la otra y apareció un ramo de girasoles; lo tomé. Siempre serían mi flor favorita. Noté que una estaba cerrada y tiré de los pétalos con curiosidad. Un hada estaba sentada en el centro, con una bolsita de tela y una tarjeta en miniatura, se elevó con sus finas alas y, sonriendo encantadoramente, abrió la tarjeta para que la leyera.
¿Compartirías tu amor conmigo por siempre?
Abrí los ojos con sorpresa; ella depositó la tarjeta en el girasol y me extendió la bolsita. Cuando estuvo en mi mano, jaló el lazo que la cerraba y pude ver un delicado anillo de oro blanco. Miré a Ted, quien conteniendo la respiración, puso su palma sobre la mía, dejando la argolla en medio, esperando.
Observé al hada y, en su lenguaje original, le pedí que escribiera mi respuesta; asintió y con su propia magia hizo que una palabra apareciera en el aire:
Infinitamente.
Dejando las flores en donde fuera, me lancé sobre él para besarlo; fui correspondida con tanta pasión y felicidad que comprendí todo su cuidado en deshacerse temporalmente de todos.
–Por un momento creí que te ibas a negar –susurró.
–Ay, ¿cómo se te ocurrió que podría negarme? –esas palabras me hirieron un poco–. Con todo lo que hemos vivido juntos, creí que sabías que no puedo separarme de ti, negarte es imposible, yo te amo. ¡Y tenemos un hijo! ¿Cómo pudo pasar por tu…?
Sus labios no me dejaron seguir.
–Lo sé, lo siento. Pero necesité mucho valor para pedírtelo –hablaba a dos milímetros de mi rostro, manteniéndome casi fundida a él con sus manos en mi cintura–. Justo por todo lo que acabas de decir, tampoco soportaría estar lejos de ti.
Olvidé la tristeza de unos minutos antes, sonreí fugazmente y lo volví a besar. La sensación era casi nueva, hacía poco menos de un año que no nos besábamos de esa manera, él ya no temía lastimarme, ni debíamos ser silenciosos y discretos por respeto a la familia; de nuevo éramos sólo Ted y yo. Ambos pensamos eso mismo, me sonrió con picardía y yo lo miré lascivamente. En minutos, nuestras vestimentas quedaron olvidadas donde caían, un simple “Nox” apagó todas las luces y nos dedicamos a amarnos en los sillones, el suelo, el despacho de Carlisle, el pasillo, nuestra habitación…
Recordaba con énfasis cada detalle de esos momentos tan perfectos y excitantes cuando di un salto al escuchar a Al.
– ¡Nessie! –gritó, volviéndome al presente; la chica había aparecido al otro lado del río, tenía pinta de llevar un rato ahí, pero ni Ted ni yo la habíamos notado.
Parpadeé tratando de ubicarme en el momento y el espacio, miré a Ted e imaginé que mi expresión era la misma que tenía él, la boca ligeramente abierta, una sonrisa enigmática y… bueno, eso era algo que yo no podía tener, parecía que su pantalón le empezaba a apretar en cierta zona.
–Hola pequeño –Nessie acababa de llegar a nuestro lado y tenía alzado a Al–. ¿Los molesto?
Inhalé y exhalé con calma. Negué con la cabeza.
Se sentó a mi derecha, miró de reojo a Ted que aun no reaccionaba y se concentró en su primo. Le sonreí a mi prometido, dándole unas palmaditas en la rodilla y, finalmente salió de su universo alternativo.
“Eso te pasa por estar escuchando mi mente siempre”. No se lo reprochaba pero el pobre tenía una expresión de frustración muy intensa.
“Eso me pasa por ser tú tan provocativa. No deberías jugar a la Slytherin delante de un Gryffindor”. Me hizo reír con ese dicho que tenía años de no usar; si, esa casa tenía cierta fama que nunca se perdería.
“Podría ser una leona con ciertas ventajas de las serpientes, ¿no crees?” de nuevo el ritmo de mis pensamientos era pícaro.
–No es tan terrible, ¿saben? –volteamos, confundidos por el súbito comentario; pero Nessie continuaba con la vista fija en Al–. Casi desde el primer momento le tomé cariño a Jake, recuerdo que para mí era mi hermano mayor, mi mejor amigo, con quien jugaba y que a la vez me protegía –en la pausa que hizo, entendí que nos daba su opinión sobre la situación con Leah–. Fue hasta hace poco que empezamos a vernos de forma distinta, él me gusta mucho… saben a lo que me refiero. Pero nunca ha causado problemas, siempre me ha respetado y cuidado, hace todo por mí, incluso a arriesgado su vida.
Miré sus mejillas que se habían puesto rojas como el tomate al hablar de Jacob. ¡Se veía tan graciosa! Pero, ¿por qué nos decía eso?
–Sí, Edward nos contó –le dijo Ted.
–Entonces saben que no miento. No es malo lo que les sucede a los que son como Jake, incluso a Leah. Ella ha estado muy sola, creyó que nunca encontraría a un compañero, a quien amar, y ahora nació Al y se convirtió en su universo.
–Nessie, no pensamos que esté mal lo que sucede. El problema es que le pedimos que esperara a que el bebé creciera, a cuando tenga la madurez suficiente para decidir si la quiere igual que ella a él, y no lo hizo. Más bien buscó la forma de apresurarlo.
–Es que sufre al estar lejos de Al. Es como si yo me lo llevara lejos de ustedes, es impensable, ¿verdad?
–Dime, ¿tú mamá alguna vez te ha comentado lo que siente hacia Jacob? –al verla abrir la boca para decir algo, la atajé–. No, espera, ¿te ha dicho todo lo que sintió al enterarse de que él se imprimó contigo?
Agachó la cabeza al pensar en mis preguntas. Parecía triste.
–Imagino que, como a mí, le hubiese gustado darte la oportunidad de escoger.
– ¡Yo siempre he podido escoger! Mi Jake no me ha obligado nunca ha quererlo…
–Mira, Nessie –Ted no la dejó seguir porque ese tema no era para discutir nosotros con ella, aunque era muy madura, no era madre, y eran Edward y Bella a quienes les contaba cosas respecto a su novio–, no nos referimos a que te obliguen o no, sabemos que nadie lo hace. Lo que creemos es que Al tiene derecho a opinar sobre todo esto, pero aún no puede porque está muy pequeño. ¿No te parece?
Eso la tranquilizó un poco, sin duda no era la primera vez que alguien le decía eso. A sus recuerdos llegó Billy, el padre de Jacob, en la ocasión donde le explicaba algunos casos de ese tipo que se dieron en la reserva generaciones atrás.
–Tienen razón –nos respondió–. Pero es mejor que hablen con Leah. Por favor.
–Lo haremos; pero en su momento. Gracias por preocuparte –le dije con sinceridad.
Volvió a animarse, dudó unos segundos y nos preguntó si podía llevar a Al de visita donde Charlie. Con la condición de que Bella lo cuidara de que no mordiera a nadie, la dejamos llevarlo.
–Bueno, ¿hoy también practicaré?
Ted meditó un momento.
–Si.
Su respuesta no me pareció muy segura, fue muy simple.
–Si… ¿Pero?
–Pensaba aprovechar el tiempo en otras cosas, ya sabes –se acercó y besó el lóbulo de mi oreja.
–Oh. Cielo, no me pongas esas tentaciones. Por favor.
Sus besos bajaron a mi cuello, haciendo que me mordiera el labio, pero no moví mis manos. Tenía muy en claro lo que quería hacer en ese momento. Me miró fijamente un minuto y pareció darse por vencido. Estuve a punto de pedirle que siguiera pero no, yo misma debía cumplir mis prioridades.
–En verdad deseas estar lista para que ellos vengan, ¿verdad?
Asentí con la cabeza, un poco insegura aun, pero él no me la puso más difícil ya que volvió al tema de mi práctica.
–De acuerdo. Creo que estás lista para mezclarte con la gente del pueblo. ¿Qué dices?
–Perfecto –ahora si estaba completamente insegura.
Mientras él preguntaba a los demás cuál auto nos prestaban ese día, yo me quedé en el garaje. Luego de un mes de práctica, finalmente estaría rodeada de personas. Hasta el momento, lo más cerca que había estado era en una casa cuyos habitantes habían salido en una tarde, el olor era tan fuerte como si ellos no se hubieran ido y tuve que morderme el puño mientras me calmaba, pero ya era capaz de mantenerme quieta a pesar de la sed. Ni siquiera quería atacar a nadie.
Cada sesión de prueba se extendía por cuatro o cinco horas y, las primeras veces que estuve a unos cercanos cincuenta metros de varias personas, Ted me mantenía pegada a su pecho, donde hundía mi rostro, mientras trataba de contagiarme su calma, y al terminar íbamos de caza por varias horas más.
Habíamos ingerido tanta sangre animal que a los cinco meses de haber sido transformados, los ojos de Ted empezaban a verse menos rojos y los míos ya no eran de un naranja casi marrón sino un naranja claro. Faltaba mucho para que llegaran al dorado que tenían todos los Cullen, pero íbamos por buen camino. Como esos tonos no eran muy apropiados para mezclarnos con muggles comunes y corrientes, ambos tratamos varias veces de cambiarlos a un color normal, fuera café o el que funcionara mejor pero descubrimos que aunque podíamos seguir haciendo magia, ésta ya no funcionaba en nosotros. Ted se relajó un poco al comprender la causa de que ya no pudiera cambiar su apariencia a su antojo.
En la última semana, yo había logrado mantenerme quieta y casi tranquila sin que Ted tuviera que hacer los típicos esfuerzos que yo necesitaba. Al también había participado, le resultaba menos tortuoso que a mí pero a veces se ponía tan sediento que cuando le iba a dar pecho me mordía y me dejaba escociendo la pequeña herida hasta que sanaba. Si, increíble que además de empezar a caminar y hablar (su primera palabra fue “Ness”, cosa que hizo que Renesmee se sintiera en una nube durante varios días), tenía sus primeros dientes y resultó que era tan venenoso como yo. Por eso me preocupaba que ella lo llevara donde su abuelo; aunque Bella lo cuidaría muy bien.
– Adivina cuál auto nos prestan –me dijo Ted, sonriente–. El nuevo Volvo de Edward. Nada mal, ¿eh? Aunque Jasper me ofreció su moto, no la acepté esta vez porque me parece ilógico que algún humano usara una con esta lluvia casi torrencial.
–Tienes razón. ¿Y a qué parte iremos?
–Al supermercado, la mayoría del tiempo hay mucha gente.
No se equivocaba, por ser fin de semana, muchas familias llevaban a sus hijos para comprarles golosinas de todo tipo. Al ver los simples chocolates y paletas que comían los niños, Ted soltó un bufido; lo miré, entonces susurró:
–No tienen idea de lo que es bueno, ya quisiera verlos en Honeydukes. De seguro nunca volverían a probar esos que llevan.
– ¿Crees que los chicos nos puedan traer unos? –le respondí en susurros también, no era muy conveniente que alguien oyera sobre magia o vampiros. Nos echarían a una hoguera o algo así, si pudieran.
–Ya no te van a gustar, dudo siquiera que las Chupetas con sabor a sangre sepan bien.
– ¡No los quiero para mí! Sino para Al, Nessie y Jacob. Estoy casi segura que les van a encantar.
– ¿Al? –me miró con extrañeza. Rodé mis ojos.
–Anda, cariño, no pensarás que lo alimentaré eternamente. Es lo suficientemente humano para ingerir algo más que sangre. De hecho, debería prepararle comida normal para acostumbrarlo.
–Mmm, probablemente. Puedes pedirles que compren algunas cosas, aún no se van a venir de Hogwarts. Aunque ya casi.
La práctica de ese día fue todo un éxito, no pensé en la sed que me cerraba la garganta, y conversamos tranquilamente la mayoría del tiempo, compramos ropa y juguetes para nuestro hijo. Incluso, secretamente pensé en pedirle a Harry que comprara un regalo para Ted antes de venir, ya que no celebramos su vigésimo cumpleaños el abril pasado. La verdad, hasta él parecía haberlo olvidado por culpa de tantas cosas extrañas que nos habían ocurrido. Me pregunté si Alice le haría una fiesta cuando se lo contara… seguro que sí.
Pero horas más tarde, cuando llegamos a la casa, nos encontramos con algo que nos borró todo de la mente a ambos. ¿Cómo es que algo así ocurrió?
Disumo- Vampiro
- Mensajes : 1150
Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
No, no es que no me guste el nombre de Al... en realidad... me encanta
Sorry por no leer esq no me pase mucho por aqui.
Me encanto, y pobre Leah jolin esq no lo entienden o que? mmmmf... que no es una pedofila que solo lo quiere como lo quieren ellos...
Que ocurrio en la casa?
Sorry por no leer esq no me pase mucho por aqui.
Me encanto, y pobre Leah jolin esq no lo entienden o que? mmmmf... que no es una pedofila que solo lo quiere como lo quieren ellos...
Que ocurrio en la casa?
Bea_J- Vampiro padawan
- Mensajes : 662
Fecha de inscripción : 07/02/2009
Edad : 30
Localización : En el paraiso comiendome un melocotón
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Complaciendo mi propia nmente retorcida ( ), y los gustos no censurados de algunas de las lectoras acá presentes este capítulo tiene Lemon (si, si, es sensualmente romántico-apasionado)
Y no Bea, aun no lo entienden... pero es que ha pasado muy poquito tiempo... trata de entenderlos ^.^
Capítulo 12. Magia, amor y…Leah.
Leah flotaba a tres metros del suelo, en medio de la sala; Jacob y Seth intentaban bajarla y los demás se reían, divididos entre la diversión y la preocupación. Bella y Nessie ya habían vuelto y lógicamente Al también. De hecho, estaba sentado en un sillón frente a ella y se reía a más no poder con todas las piruetas que hacían tratando de bajarla; su cabello verde comprobaba su alegría.
- ¡Gracias al cielo que llegaron! –Esme se acercó a nosotros-. De seguro ustedes podrán bajarla.
- ¿Lleva mucho tiempo así?
-Desde que Bella regresó con los niños.
Eso nos dio la respuesta que ya imaginábamos. Ted se acercó a Al y sentándose a su lado le preguntó por qué hacía eso.
-Ella está jugando conmigo –le contó en medio de risas.
Su papá me miró entre asustado y divertido; Jacob bufó. Por otra parte, Leah no estaba molesta, quería volver a estar en el suelo pero sus ojos brillaban porque Al la escogió para jugar, a ella, nadie más. Mi alegría y orgullo por la primera vez que mi hijo hacía magia se desinfló como un globo que ha sido pinchado.
-Creo que podríamos dejarla así un buen rato, no veo el problema.
-Diana –Seth me miraba con tristeza-, nosotros no podemos hacer encantamientos, ella podría quedarse así siempre.
Ahora fue Al quien dejó de reír.
-No, no lo haría; estoy segura de que encontrarían la manera de bajarla. Además es divertido verla así, reconózcanlo.
El otro licántropo se adelantó un paso en mi dirección, Leah lo sujetó de los hombros y Ted se levantó pero yo solo me crucé de brazos.
-Eres una… -empezó furioso.
- ¿Bruja? Sí, lo sé.
-Bájala ¡AHORA MISMO!
-Sino ¿qué?
Apretó la mandíbula acercándose con los puños en alto, Ted se puso de cara a él mirándolo fijamente, y entonces sentí a mi bebé. Estaba muy triste y sus ojos estaban llenos de lágrimas, no quería que su Leah se quedara así para siempre pero no sabía cómo bajarla. Ante eso, tuve que resignarme.
-Liveracorpus –susurré y, con un fuerte golpe, ella cayó aplastando a su hermano. Dirigí a Jacob mi segunda mejor mirada asesina de ese día-. ¡Estarás feliz! Ya tienes otro clan de vampiros en la familia.
- ¿Y ahora qué bicho te picó?
-Alphonse quiere a SU Leah tanto como ella a él –respondió Ted sorprendido y empezando a molestarse.
La chica se puso de pie y le sonrió entusiasmada a Al, tanto que de no ser por su tamaño, hubiese parecido una niña. Me miró tímida, preguntándose si lo podía cargar.
-Haz lo que él quiera –me resigné-, sólo… no te alejes de la vista de cualquiera de nosotros. Y si piensas hacer algo extraño, lo sabremos –la advertí tocando mi cabeza.
-Lo sé, no se preocupen...
Hice un gesto y subí a mi habitación, al poco rato Ted me siguió. Me encontró mirando a los oscuros árboles suspirando con tristeza; me sentía mal, como si mi hijo no fuera mío, no ahora que tenía a Leah. Y lo peor era que no había forma de deshacerme de ella sin lastimar a Al. Volví a suspirar y sentí que me abrazaban por la espalda; me estiré y hundí mi rostro en su cuello.
-Siempre será nuestro hijo –Ted se sentía igual.
-Sólo es un bebé, no tiene ni un año.
-Y aún así, ya sabe que quiere a Leah, lo escuchamos.
Cerré los ojos con fuerza.
-Eso es lo peor de todo. Solo deseo que ella se comporte como su hermana durante varios años.
-Y no quiero ni imaginar cómo será cuando Al sea adulto y ya no podamos hacer nada…
- ¡Ah, ni lo digas! Sino, juro que voy y la mato ahora mismo.
-Yo te ayudo.
Solté una risita; no dudaba de que lo hiciera pero sabía muy bien lo imposible de nuestras palabras. Me quedé mirando su garganta mientras acomodaba mejor sus manos en mi abdomen; él pensaba en que con Leah o sin ella, con Al o sin él, siempre estaría conmigo. Ni yo misma tenía idea de cuán importante era él para mí, nunca pensé que llegaríamos a ese punto, pero en ese momento creía que nada nos podía separar.
Estuvimos mucho tiempo así, tratando de ser optimistas sin perder el sentido de la realidad, con lo que poco a poco el ánimo mejoró. Todos esos pensamientos lograron que los problemas se sintieran menos agobiantes, supe que éramos muy capaces de mantener a raya a cualquiera que se acercara a Al, especialmente a esa…chica. Por lo pronto, todo estaba bien.
Poniéndome de puntillas, rocé los labios de Ted con los míos para regalarle un beso en la comisura de su boca. Me miró dudando de hacer lo que quería, me preguntó si yo estaba bien y obviamente lo estaba, ¿cómo no estarlo ahora? Pero era posible que él no así que me aparté caminando hacia la puerta; podía bajar y buscar algo para entretenerme.
Sus manos me detuvieron a medio camino y con ello supe que esa noche no sería diferente a las demás, ni él ni yo queríamos que fuera de otra manera. Lo senté en la cama y respondiendo a su curiosidad le guiñé un ojo. Me quité los zapatos y deshice la larga trenza en que llevaba mi cabello ese día, intentó acercarse a mi pero no lo dejé.
-Mira y disfruta –le dije, para luego inmovilizarlo.
Empecé a levantar el borde inferior de mi blusa pero fui volteando mientras descubría mi torso para que solo pudiera ver mi espalda. Esta vez sería un juego de seducción algo tortuoso. Desabroché mis jeans y al bajarlos acerqué mi trasero aun cubierto por mi ropa íntima a su entrepierna, el suspiro que se escapó de sus labios me hizo sonreír con malicia.
Lo desvestí con la misma lentitud, acaricié su rostro con una mano mientras lo rodeaba para acomodarme a sus espaldas, sobre la cama, y me pegué a su espalda. Dejé que mi mano entrara bajo sus bóxers y empecé a excitar su miembro pasando de una cadencia a otra según sus expresiones; cuando un gemido ahogado salió de su garganta decidí terminar con ese tormento y lo liberé de mi hechizo.
Me recostó en la cama besando apasionadamente mis labios y fue bajando por mi pecho, haciéndome suspirar. Apartó la única prenda que me quedaba después de contemplarla un momento, no dudé que la seda y el encaje lucieran su erotismo en ese momento, volví a sentir ese placer tan intenso cuando su lengua recorrió mi vagina, jugando con ella, sintiendo como respondía a las caricias que le daba. Aferré su mano que sujetaba uno de mis pechos y mordí mi labio en un intento fallido de impedir que los gemidos no escaparan de mi boca, tampoco pude evitar arquear mi espalda. Como nos oyera Emmett o alguien, estaríamos muertos… ese pensamiento nos produjo una breve sonrisa a ambos.
-Esta sería la mejor forma de morir –me dijo saliendo de mi sexo para besar y morder mi cintura. Yo simplemente no pude responder.
Le mostré cómo me sentía, cuánto lo necesitaba dentro de mí, así que se acomodó entre mis piernas, empezando a embestirme pero solo con la punta de su pene. Lo miré suplicante y la respuesta que me dio fue un beso, uno que decía todo lo que sentíamos, pero que no calmaba mis ansias… ni las suyas. Estaba dispuesto a pasar toda la noche así, estaba dispuesto a contenerse para enloquecerme, justo como yo lo había torturado momentos antes.
Alguien llamó tranquilamente a la puerta, le ignoramos. Cuando los golpes se repitieron, gruñimos levemente, ¿por qué tenían que buscarnos en ese momento? Ted cerró los ojos quedándose quieto de nuevo, besé la pequeña arruga que se formó entre sus cejas. Volvieron a tocar, entonces con la voz más furibunda de que era capaz, él dijo:
- ¡Lárgate Leah!
“¿¡Quién?!” le pregunté.
“Si, si. Ella de nuevo.”
“Tiene que ser broma.”
-Mejor me abren –su voz rechazó mi teoría de la broma.
- ¡Que te largues!
-No, saben que no molestaría si no fuera algo importante.
-No nos interesan tus asuntos –le respondí en el mismo tono de voz que Ted-. ¡Vete!
-Pues mi “asunto” es de ustedes. Al se quedó dormido y lo traigo a su cuna
“¡Ups!” pensé, arrepentida de mi respuesta.
“Tenía razón, es importante.”
Con un breve (y en comparación frío) beso nos separamos. Me vestí con una bata, él se puso un pantalón y desaparecimos el resto de prendas. Cuando abrí la puerta, Leah se acercó, cargaba a Al recostando su cabeza en su hombro; si hubiera sido otra persona le hubiera agradecido arrullarlo con tanto cariño pero no a ella. Lo tomé en mis brazos y sentí su cuerpecito mucho más caliente de lo habitual… al menos con ella nunca pasaría frío por más gélido que fuera el clima, y eso era algo que yo no le podía dar. Auch, otra punzada de celos.
-Buenas noches –se despidió ella.
-Espera -Ted la detuvo. Leah lo miró confundida, luego a mi, me encogí de hombros y me dispuse a cambiarle la ropa a Al para que durmiera más cómodo.
- ¿Hice algo malo?
-Mmm, todo depende de tu concepto de bien o mal… -el tono de mi vampiro era acusador, me dio risa oírla detener el aliento a mis espaldas- Debes saber que tendrás un horario para que visites a mi hijo, no puedes estar con él las veinticuatro horas.
- ¿Por qué no?
De nuevo le mandé una mirada por encima de mi hombro, retándola a no aceptar las condiciones. Resignada escuchó lo que Ted le dijo y al final, salió de la casa con su hermano y Jacob, un poco más animada que aquella mañana. Su pensamiento confortador era que incluso Jacob tenía limitaciones para estar con Nessie. Cuando Ted cerró la puerta principal tras la salida de ellos, lo hizo con un golpe demasiado fuerte cosa que inspiró a Emmett.
-Te acostumbrarás a que te interrumpa, ¿sabes? Jacob le ha hecho lo mismo durante años a Bella y Edward –Ted lo ignoró y empezó a subir las gradas-. Por cierto, ¿no tienen un hechizo silenciador o enmudecedor o algo?
Al contrario de mi novio, lo miré sorprendida por ese último comentario. ¿Acaso él…?
-Déjalos, amor –le pidió Rosalie, quien estaba en un sillón leyendo su nuevo libro favorito, un manual sobre mecánica de autos.
-En serio Rose, no tenemos por qué enterarnos de lo que hacen cuando están solos –de nuevo mostró una sonrisa maliciosa y me dijo-. Aunque dudo que puedan competir con nosotros.
“¿Qué tal si lo callamos de una buena vez?” me propuso Ted.
“Sugiero los mocomurciélagos de Ginny” buscaba algo que lo distrajera, irritara y que no pudiera quitarse de encima con sus músculos.
- ¿Por qué me miran así? ¿Qué, piensan que tengo razón? Si, lo sé. Debe ser…
“Espero que algunos le entren en la boca. Sino probamos algo más fuerte”.
“Totalmente de acuerdo”.
Y claro, las dos nubes de mocos con alas que le lanzamos se metieron en cada lugar imaginable e inimaginable en que podían, Emmett gritó, maldijo, golpeó, rogó, en fin hizo de todo pero no logró quitárselos de encima.
- ¿Ahora quién es mejor que quién? –le recordé, en medio de carcajadas.
Rosalie cerró el libro y lo miró con asco y preocupación.
- ¿Volverá a la normalidad?
-No son eternos, descuida. Cuando haya aprendido la lección quizá nos acordemos y le quitemos el maleficio… sólo si nos acordamos.
-Mmm, bueno, le advertí que los dejara en paz. Pero nunca me hace caso, si tan sólo fuera menos infantil a veces; ¡tardaré horas en sacar todos esos mocos de su ropa y de su pelo!
Y Rose siguió murmurando para sí misma enfurruñada, volvimos a nuestra habitación y esta vez sí pusimos todos los hechizos de los que nos olvidamos antes pero solo para que los ruidos que causaba su tío no despertaran a Al. Me senté al lado de su cuna para mirarlo dormir y Ted se quedó de pie a mi lado. Después de todo, esa noche resultó diferente a las demás.
Qué taaal??
Y no Bea, aun no lo entienden... pero es que ha pasado muy poquito tiempo... trata de entenderlos ^.^
Capítulo 12. Magia, amor y…Leah.
Leah flotaba a tres metros del suelo, en medio de la sala; Jacob y Seth intentaban bajarla y los demás se reían, divididos entre la diversión y la preocupación. Bella y Nessie ya habían vuelto y lógicamente Al también. De hecho, estaba sentado en un sillón frente a ella y se reía a más no poder con todas las piruetas que hacían tratando de bajarla; su cabello verde comprobaba su alegría.
- ¡Gracias al cielo que llegaron! –Esme se acercó a nosotros-. De seguro ustedes podrán bajarla.
- ¿Lleva mucho tiempo así?
-Desde que Bella regresó con los niños.
Eso nos dio la respuesta que ya imaginábamos. Ted se acercó a Al y sentándose a su lado le preguntó por qué hacía eso.
-Ella está jugando conmigo –le contó en medio de risas.
Su papá me miró entre asustado y divertido; Jacob bufó. Por otra parte, Leah no estaba molesta, quería volver a estar en el suelo pero sus ojos brillaban porque Al la escogió para jugar, a ella, nadie más. Mi alegría y orgullo por la primera vez que mi hijo hacía magia se desinfló como un globo que ha sido pinchado.
-Creo que podríamos dejarla así un buen rato, no veo el problema.
-Diana –Seth me miraba con tristeza-, nosotros no podemos hacer encantamientos, ella podría quedarse así siempre.
Ahora fue Al quien dejó de reír.
-No, no lo haría; estoy segura de que encontrarían la manera de bajarla. Además es divertido verla así, reconózcanlo.
El otro licántropo se adelantó un paso en mi dirección, Leah lo sujetó de los hombros y Ted se levantó pero yo solo me crucé de brazos.
-Eres una… -empezó furioso.
- ¿Bruja? Sí, lo sé.
-Bájala ¡AHORA MISMO!
-Sino ¿qué?
Apretó la mandíbula acercándose con los puños en alto, Ted se puso de cara a él mirándolo fijamente, y entonces sentí a mi bebé. Estaba muy triste y sus ojos estaban llenos de lágrimas, no quería que su Leah se quedara así para siempre pero no sabía cómo bajarla. Ante eso, tuve que resignarme.
-Liveracorpus –susurré y, con un fuerte golpe, ella cayó aplastando a su hermano. Dirigí a Jacob mi segunda mejor mirada asesina de ese día-. ¡Estarás feliz! Ya tienes otro clan de vampiros en la familia.
- ¿Y ahora qué bicho te picó?
-Alphonse quiere a SU Leah tanto como ella a él –respondió Ted sorprendido y empezando a molestarse.
La chica se puso de pie y le sonrió entusiasmada a Al, tanto que de no ser por su tamaño, hubiese parecido una niña. Me miró tímida, preguntándose si lo podía cargar.
-Haz lo que él quiera –me resigné-, sólo… no te alejes de la vista de cualquiera de nosotros. Y si piensas hacer algo extraño, lo sabremos –la advertí tocando mi cabeza.
-Lo sé, no se preocupen...
Hice un gesto y subí a mi habitación, al poco rato Ted me siguió. Me encontró mirando a los oscuros árboles suspirando con tristeza; me sentía mal, como si mi hijo no fuera mío, no ahora que tenía a Leah. Y lo peor era que no había forma de deshacerme de ella sin lastimar a Al. Volví a suspirar y sentí que me abrazaban por la espalda; me estiré y hundí mi rostro en su cuello.
-Siempre será nuestro hijo –Ted se sentía igual.
-Sólo es un bebé, no tiene ni un año.
-Y aún así, ya sabe que quiere a Leah, lo escuchamos.
Cerré los ojos con fuerza.
-Eso es lo peor de todo. Solo deseo que ella se comporte como su hermana durante varios años.
-Y no quiero ni imaginar cómo será cuando Al sea adulto y ya no podamos hacer nada…
- ¡Ah, ni lo digas! Sino, juro que voy y la mato ahora mismo.
-Yo te ayudo.
Solté una risita; no dudaba de que lo hiciera pero sabía muy bien lo imposible de nuestras palabras. Me quedé mirando su garganta mientras acomodaba mejor sus manos en mi abdomen; él pensaba en que con Leah o sin ella, con Al o sin él, siempre estaría conmigo. Ni yo misma tenía idea de cuán importante era él para mí, nunca pensé que llegaríamos a ese punto, pero en ese momento creía que nada nos podía separar.
Estuvimos mucho tiempo así, tratando de ser optimistas sin perder el sentido de la realidad, con lo que poco a poco el ánimo mejoró. Todos esos pensamientos lograron que los problemas se sintieran menos agobiantes, supe que éramos muy capaces de mantener a raya a cualquiera que se acercara a Al, especialmente a esa…chica. Por lo pronto, todo estaba bien.
Poniéndome de puntillas, rocé los labios de Ted con los míos para regalarle un beso en la comisura de su boca. Me miró dudando de hacer lo que quería, me preguntó si yo estaba bien y obviamente lo estaba, ¿cómo no estarlo ahora? Pero era posible que él no así que me aparté caminando hacia la puerta; podía bajar y buscar algo para entretenerme.
Sus manos me detuvieron a medio camino y con ello supe que esa noche no sería diferente a las demás, ni él ni yo queríamos que fuera de otra manera. Lo senté en la cama y respondiendo a su curiosidad le guiñé un ojo. Me quité los zapatos y deshice la larga trenza en que llevaba mi cabello ese día, intentó acercarse a mi pero no lo dejé.
-Mira y disfruta –le dije, para luego inmovilizarlo.
Empecé a levantar el borde inferior de mi blusa pero fui volteando mientras descubría mi torso para que solo pudiera ver mi espalda. Esta vez sería un juego de seducción algo tortuoso. Desabroché mis jeans y al bajarlos acerqué mi trasero aun cubierto por mi ropa íntima a su entrepierna, el suspiro que se escapó de sus labios me hizo sonreír con malicia.
Lo desvestí con la misma lentitud, acaricié su rostro con una mano mientras lo rodeaba para acomodarme a sus espaldas, sobre la cama, y me pegué a su espalda. Dejé que mi mano entrara bajo sus bóxers y empecé a excitar su miembro pasando de una cadencia a otra según sus expresiones; cuando un gemido ahogado salió de su garganta decidí terminar con ese tormento y lo liberé de mi hechizo.
Me recostó en la cama besando apasionadamente mis labios y fue bajando por mi pecho, haciéndome suspirar. Apartó la única prenda que me quedaba después de contemplarla un momento, no dudé que la seda y el encaje lucieran su erotismo en ese momento, volví a sentir ese placer tan intenso cuando su lengua recorrió mi vagina, jugando con ella, sintiendo como respondía a las caricias que le daba. Aferré su mano que sujetaba uno de mis pechos y mordí mi labio en un intento fallido de impedir que los gemidos no escaparan de mi boca, tampoco pude evitar arquear mi espalda. Como nos oyera Emmett o alguien, estaríamos muertos… ese pensamiento nos produjo una breve sonrisa a ambos.
-Esta sería la mejor forma de morir –me dijo saliendo de mi sexo para besar y morder mi cintura. Yo simplemente no pude responder.
Le mostré cómo me sentía, cuánto lo necesitaba dentro de mí, así que se acomodó entre mis piernas, empezando a embestirme pero solo con la punta de su pene. Lo miré suplicante y la respuesta que me dio fue un beso, uno que decía todo lo que sentíamos, pero que no calmaba mis ansias… ni las suyas. Estaba dispuesto a pasar toda la noche así, estaba dispuesto a contenerse para enloquecerme, justo como yo lo había torturado momentos antes.
Alguien llamó tranquilamente a la puerta, le ignoramos. Cuando los golpes se repitieron, gruñimos levemente, ¿por qué tenían que buscarnos en ese momento? Ted cerró los ojos quedándose quieto de nuevo, besé la pequeña arruga que se formó entre sus cejas. Volvieron a tocar, entonces con la voz más furibunda de que era capaz, él dijo:
- ¡Lárgate Leah!
“¿¡Quién?!” le pregunté.
“Si, si. Ella de nuevo.”
“Tiene que ser broma.”
-Mejor me abren –su voz rechazó mi teoría de la broma.
- ¡Que te largues!
-No, saben que no molestaría si no fuera algo importante.
-No nos interesan tus asuntos –le respondí en el mismo tono de voz que Ted-. ¡Vete!
-Pues mi “asunto” es de ustedes. Al se quedó dormido y lo traigo a su cuna
“¡Ups!” pensé, arrepentida de mi respuesta.
“Tenía razón, es importante.”
Con un breve (y en comparación frío) beso nos separamos. Me vestí con una bata, él se puso un pantalón y desaparecimos el resto de prendas. Cuando abrí la puerta, Leah se acercó, cargaba a Al recostando su cabeza en su hombro; si hubiera sido otra persona le hubiera agradecido arrullarlo con tanto cariño pero no a ella. Lo tomé en mis brazos y sentí su cuerpecito mucho más caliente de lo habitual… al menos con ella nunca pasaría frío por más gélido que fuera el clima, y eso era algo que yo no le podía dar. Auch, otra punzada de celos.
-Buenas noches –se despidió ella.
-Espera -Ted la detuvo. Leah lo miró confundida, luego a mi, me encogí de hombros y me dispuse a cambiarle la ropa a Al para que durmiera más cómodo.
- ¿Hice algo malo?
-Mmm, todo depende de tu concepto de bien o mal… -el tono de mi vampiro era acusador, me dio risa oírla detener el aliento a mis espaldas- Debes saber que tendrás un horario para que visites a mi hijo, no puedes estar con él las veinticuatro horas.
- ¿Por qué no?
De nuevo le mandé una mirada por encima de mi hombro, retándola a no aceptar las condiciones. Resignada escuchó lo que Ted le dijo y al final, salió de la casa con su hermano y Jacob, un poco más animada que aquella mañana. Su pensamiento confortador era que incluso Jacob tenía limitaciones para estar con Nessie. Cuando Ted cerró la puerta principal tras la salida de ellos, lo hizo con un golpe demasiado fuerte cosa que inspiró a Emmett.
-Te acostumbrarás a que te interrumpa, ¿sabes? Jacob le ha hecho lo mismo durante años a Bella y Edward –Ted lo ignoró y empezó a subir las gradas-. Por cierto, ¿no tienen un hechizo silenciador o enmudecedor o algo?
Al contrario de mi novio, lo miré sorprendida por ese último comentario. ¿Acaso él…?
-Déjalos, amor –le pidió Rosalie, quien estaba en un sillón leyendo su nuevo libro favorito, un manual sobre mecánica de autos.
-En serio Rose, no tenemos por qué enterarnos de lo que hacen cuando están solos –de nuevo mostró una sonrisa maliciosa y me dijo-. Aunque dudo que puedan competir con nosotros.
“¿Qué tal si lo callamos de una buena vez?” me propuso Ted.
“Sugiero los mocomurciélagos de Ginny” buscaba algo que lo distrajera, irritara y que no pudiera quitarse de encima con sus músculos.
- ¿Por qué me miran así? ¿Qué, piensan que tengo razón? Si, lo sé. Debe ser…
“Espero que algunos le entren en la boca. Sino probamos algo más fuerte”.
“Totalmente de acuerdo”.
Y claro, las dos nubes de mocos con alas que le lanzamos se metieron en cada lugar imaginable e inimaginable en que podían, Emmett gritó, maldijo, golpeó, rogó, en fin hizo de todo pero no logró quitárselos de encima.
- ¿Ahora quién es mejor que quién? –le recordé, en medio de carcajadas.
Rosalie cerró el libro y lo miró con asco y preocupación.
- ¿Volverá a la normalidad?
-No son eternos, descuida. Cuando haya aprendido la lección quizá nos acordemos y le quitemos el maleficio… sólo si nos acordamos.
-Mmm, bueno, le advertí que los dejara en paz. Pero nunca me hace caso, si tan sólo fuera menos infantil a veces; ¡tardaré horas en sacar todos esos mocos de su ropa y de su pelo!
Y Rose siguió murmurando para sí misma enfurruñada, volvimos a nuestra habitación y esta vez sí pusimos todos los hechizos de los que nos olvidamos antes pero solo para que los ruidos que causaba su tío no despertaran a Al. Me senté al lado de su cuna para mirarlo dormir y Ted se quedó de pie a mi lado. Después de todo, esa noche resultó diferente a las demás.
Qué taaal??
Disumo- Vampiro
- Mensajes : 1150
Fecha de inscripción : 04/11/2009
Re: "Historia de una Bruja Vampiro" [Spoilers][Xover]
Jolin... Sin interrupciones igual xDDDD
Estuvo bien estuvo bien xDDD
Por cierto bonita imagen la de Leah por ahi flotando jajaja
Estuvo bien estuvo bien xDDD
Por cierto bonita imagen la de Leah por ahi flotando jajaja
Bea_J- Vampiro padawan
- Mensajes : 662
Fecha de inscripción : 07/02/2009
Edad : 30
Localización : En el paraiso comiendome un melocotón
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